sábado, 5 de marzo de 2011

La palabra carnaval proviene del italiano carnevale, que a su vez proviene del latín carne levare, o quitar la carne. De eso va la cuaresma, que prohibir la carne, así que aprovechemos estos tres días previos al inicio de la cuaresma para dar rienda suelta. En palabras de Juan del Enzina: Hoy comamos y bebamos/ y cantemos y holguemos/ que mañana ayunaremos. Otro salmanticense, Luís García Jambrina, lleva una noche de antruejo a su novela "El manuscrito de nieve", situándola en la Plaza de San Martín, hoy Plaza Mayor, en concreto a la entrada del Mesón de La Solana, donde trabajaba la madre de Lázaro de Tormes, y donde coloca varios barriles para que la gente coma y beba, y se ría, en medio de disfraces. Beber vino de Toro, naturalmente, que Jambrina hace aquí patria. Que el carnaval era especial nadie lo duda: en el libro La Alimentación en el Siglo de Oro, la investigadora María de los Ángeles Pérez Semper, en el que habla del cocinero salmantino Domingo Hernández de Maceras, señala que a los estudiantes del Colegio se les daba por estas fechas una gallina para cada cuatro. Porque la volatería era manjar exquisito en esos siglos, pero no solo. En su reciente libro --acaba de salir--dedicado a la cocina del siglo XVIII insiste en esa idea de la comida de carnaval a base de aves y de cerdo.
Resulta muy divertido asomarse a las páginas del Libro del Buen Amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, para encontrarse en ellas la tremenda batalla que mantienen Don Carnal y Doña Cuaresma. El primero alinea gallinas, perdices, conejos, capones, ánades, lavancos, ansadores... su rival, anguilas, truchas, atúnes... Siendo éstos los triunfadores, así que Doña Cuaresma manada encerrar a Don Carnal y colgar a Don Tocino y sus cecinas. No sólo aquí triunfa la Cuaresma, también lo hace en forma de hambruna en no pocas obras maestras de nuestro Siglo de Oro, donde un género, la novela picaresca, se nutre, precisamente, del hambre. Toda comida es bien venida, pero sobre todo la carne. Como dice Luis Jacinto García en su libro "Comer como Dios manda": "ciertamente no existe alimento alguno que inspire juicios tan apasionados como dispares, cuando no abiertamente enfrentados. Para unos la carne es el alimento por excelencia, el más nutritivo y sabroso, y por ello, el más buscado y deseado. Sin embargo, para otros es el paradigma de lo peor; su consumo, piensan, perjudica la salud y el espíritu.
La comida, con las máscaras y otros rituales son la esencia del carnaval. Quiero recordar que en Castilla y León es el tiempo de los cencerros y demonios de Villanueva de Valtrojo, en Zamora; de la representación del Domingo Gordo, en Mecerreyes, Burgos; de los guirríos, zafarrones, jurros, maronfollos y compañía, en León; de la barrosa en la soriana Abéjar, del carnaval del vino en Cebreros y de la galleta en Aguilar de Campoo, sobre los que hay abundante literatura en las bibliotecas de etnografía. En todas estas citas, de una u otra manera, está la carne y el vino. El papel del vino en el carnaval tiene también su historia y protagonismo. De Toro o de cualquier otra comarca. Que aproveche.

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