Canto las
armas y el varón famoso
Que primero
le trujo a nuestra España.
Sea
Cristóbal de Colón glorioso,
Sea Cortés
autor desta hazaña:
Su nombre se
celebre en numeroso
Verso que la
nación extraña.
Estos versos, entre otros, escribió
Castro de Torres, un entusiasta del chocolate, donde deja cuenta que primero
Colón y luego Cortés introdujeron desde México el chocolate, que después
extendieron por Europa las mujeres de los reyes franceses Luís XII y Luís XIV.
Para entonces, las damas españolas ya disfrutaban del chocolate especiado en
secreto confiando en sus dotes afrodisiacas, según la leyenda que adornaba a
Moctezuma. Él y los suyos habían recibido de los dioses esta maravilla.
“Ambrosía de los dioses”, le llamó
Foucauld en La Sorbona, templo de la sabiduría. Pero también tentación para el
pecado de la gula, a la que sucumbe el cura de “Chocolat”, de Joanne Harris,
atraído por las maravillas de “La Praline”. Su protagonista hace bueno aquel
dicho que asegura que:
“El chocolate excelente
Para que cause placer
Cuatro cosas debe ser:
Espeso, dulce, caliente
Y de mano de mujer
Y parece que el chocolate y la mujer
tienen una relación especial. Nadie como Joanne Harris ha exaltado el gusto por
él en sus novelas, y nadie como Giaconda Belli ha escrito en versos sensaciones
relacionadas con el chocolate:
“Comiendo chocolate pienso en tu
piel a mordiscos”.
Con sexo y Chocolate termina la
novela de James Runcie “El secreto del chocolate”. Hay emoción a raudales en
medio de la turbulenta historia moderna de Europa en la minimalista y bella
“Sabor a chocolate”, de José Carlos Carmona. ¡Cómo ignorar la bellísima “Como
agua para chocolate”, de Laura Esquivel, donde se aclara que estar como agua
para chocolate es estar a punto de explotar de rabia o pasión. Hay mucha pasión
en los relatos recogidos por Kay Allenbaugh “Chocolate para el alma de mujer”.
¡Qué mujer no ha visto sus defensas
desplomarse ante una caja de chocolate!, dice Isabel Allende en su “Afrodita”
respondiendo a la pregunta de si el chocolate es o no afrodisiaco.
Quizá en ello resida su éxito en la
corte española, pero también fuera de ella, que llevó a María de Zayas a
asegurar que el chocolate “en todo se halla, como la mala ventura” o dicho de
otra forma “el chocolate en Madrid, se usa como el tabaco”.
El mismo chocolate que provocó una
polémica eclesiástica sobre si rompía o no el ayuno en Cuaresma, hasta que
terció el P. Escobar afirmando que “aunque espeso, era líquido”.
A la taza, en bombón, en sorbete,
acompañando platos de caza, en helado, el tableta, untado en pan, en tarta,
salpicando magdalenas y bollos, en caramelos… El chocolate forma parte de la
gastronomía como de nuestra vida y nuestra historia, aunque mexicano en su
orige. Un viaje maravilloso que comenzó centenares de años antes de Cristo en
la profunda Sudamérica y alcanzó su cénit en Viena con la exquisita tarta
sacher, de Franz Sacher, por ejemplo.
¿Alguien imagina nuestra vida sin
chocolate o sin haber leído el fantástico cuento “Chalie y la fábrica de
chocolates”?
Volvemos a Gioconda Belli para
recordar su “Placer de chocolate”
“Un cuadrado oscuro de
chocolate
tiene para los dientes
el mismo efecto sensual
que el lodo en los pies traviesos de la niñez”
tiene para los dientes
el mismo efecto sensual
que el lodo en los pies traviesos de la niñez”