Lunes de Aguas, octava del Lunes de Pascua y lunes que sigue al
Domingo de Albillo. Llamado “de Aguas” quizá por algún ritual
relacionado con éstas como el que se celebra en Alaraz donde los mozos bailan a
su Cristo metidos en las aguas del río Gamo. Pero está descartado que tales
“aguas” tengan que ver con el ritual del regreso en barcas de las putas que
trabajaban en la Casa de las Mancebía
remontando desde Tejares la corriente del Tormes, como hemos dibujado en el
imaginario colectivo de la capital salmantina, sin que tengamos fe documental
de que fuese así. Que dejaban de oficiar en Cuaresma está comprobado: se las
retiraba de la circulación en tales fechas como a los poetas, buscones y demás
“peligros sociales” por decreto, en el caso salmantino por ordenanzas
municipales. Que se celebrara su regreso, es posible que así fuese por los más
fieles, estudiantes o no, pero pensemos en el poder que en ese momento tenía la
Iglesia y cómo se las gastaba para andar jugando con fuego abiertamente: no seamos ingenuos.
Así pues, tenemos el Lunes de Aguas, con carácter religioso cristiano, seguramente tras haberse superpuesto a algún
ritual pagano relacionado con el agua. No sería ninguna novedad, en este
sentido. De esta celebración tenemos constancia, por ejemplo, en el diario del
estudiante en Salamanca Girolamo de Sommaia, en
el que escribe el 18 de abril de 1605 “di di pasar las aguas”, lo mismo que
reseña el 3 de abril del año siguiente, y lo mismo que el 23 de abril de 1607, pero
añadiendo “che chiamado lunedi del Casimodo”.
Y tenemos el regreso de las prostitutas a la Casa de la Mancebía, que existe en
Salamanca desde 1497 cuando se concede su gestión primero a Juan de Albarrategui y después a Juan Arias Maldonado; que se edifica entre el Puente Romano y el
Teso de la Feria; que se rige por severas normas y cuya vida termina con un
incendio y nuevas normas que disuelven estas instituciones en toda España,
dictadas por Felipe IV en 1623, en el caso de Salamanca se cerró en 1630.
Aquella Casa que recibe el calificativo de “mesón del infierno” en el Licenciado Vidriera o de “tiendas de
carne” en la Tía Fingida, existir,
existió. Nadie lo duda. Y que en esta fecha regresaban a ella después del
retiro o paro forzado, está probado también, y esto forma parte del calendario
de tradiciones salmantinas.
Y luego está lo del
hornazo, que en la provincia se viene comiendo desde el sábado de Gloria y lo
que te rondaré morena. Se trataba en su origen de una masa de harina con huevos
que se cocía todo junto y se entregaba de ofrenda al sacerdote que había
predicado la Cuaresma el Domingo de Resurrección. Y aquel “hornazo” es lo que
en algunos puntos de España se llaman monas y siguen siendo aquello mismo: masa
y huevo. En el caso de Salamanca es una empanada, barroca y contundente con
todo aquello que no podía comerse en la Cuaresma. Pero pongamos las cosas en su sitio.El Hornazo.
Sostiene el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que la palabra
hornazo procede del latín fornaceus y significa rosca o torta
guarnecida de huevos que se cuecen juntamente con ella al horno y también
agasajo que en los lugares hacían los vecinos al predicador que habían tenido
en la cuaresma, el día de Pascua, después del sermón de gracia.
En 1611, en el Tesoro de la Lengua
Castellana y Española, de Sebastián de Covarribuas, dice que es la rosca con
huevos que se solía dar por Pascua de Flores.
El asunto puede sorprender a los salmantinos --y no sólo--porque por
Salamanca el hornazo es una especie de empanada rellena de embutidos y en algún
caso huevo, tradicional del Domingo de Resurrección, Lunes de Pascua y en su
octava, Lunes de Aguas, pero también, excepcionalmente, en algunas fiestas y
localidades. De hecho, en la actualidad, el hornazo se hace y ofrece todos los
días del año en pastelerías y hornos para meriendas, tapa en los bares y
recuerdo turístico. Efímero, eso sí, porque en cuanto se abre es visto y no
visto.
Pero los hornazos no sólo están en los diccionarios, también en la
literatura. Lope de Vega (cómo no) en su Peribáñez y el comendador de Ocaña
escribe: "No hay pies con zapatos nuevos/ como agrandan tus amores;/ eres,
entre mil mancebos,/ hornazo en Pascua de Flores/ con sus picos y sus
huevos".
Otro dramaturgo, Tirso de Molina, en "Tanto es lo de más como lo de
menos" escribe este diálogo entre dos personajes: ¿Qué parecen valonas que
adornan calvas? A lo que le responde otro: "Los hornazos de güevos, que
dan por Pascua".
Y es que en los siglos XVI y XVII solía decirse aquello de "Pascua de
flores, tiempo de hornazos". Y hasta tenemos un refrán que señala que
"año derechero, las castañas al sol y el hornazo al humero".
Lo cierto es que no en todas partes el hornazo es como el salmantino. Más
bien se asemeja mucho a lo que conocemos como mona de Pascua, que se describe
así en el Diccionario de la Academia de la Lengua de 1783: "torta o rosca
que se cuece en el horno con huevos puestos en ella con cáscaras por Pascua de
Flores, que en otras partes llaman hornazo".
Torta o rosca, así es, y así se recoge en el libro La verdadera poesía
castellana de Julio Cejador: "Y en viendo sus embarazos/ pensé traía en
brazos/ muchas roscas de hornazos/ que por Pascua solen haber".
Y qué pinta el huevo en todo esto. Quizá aclare su vínculo con la Pascua
esto que puede leerse en el Diccionario de Símbolos y Mitos, de J.A,
Pérez-Rioja: la forma en la que el polluelo sale del cascarón sugiere, en el cristianismo,
que el huevo sea considerado como un símbolo de la esperanza y la resurrección.
El huevo, insiste, el huevo de Pascua, sugiere la idea del despertar de la
naturaleza.
Francesca Rigotti en su "Filosofía en la cocina" señala que es
una vieja idea que la vida y hasta el universo salió de un huevo. Quizá por
ello, vemos estos días tantos huevos de chocolate y llamativos colores en las
pastelerías, o a los niños de algunos pueblos decorarlos y echarlos a rodar por
la ladera de una colina, a pedirlos por las casas para la merienda de
Resurrección y Pascua, como ofrenda...
El huevo está presente en el altar y la mesa de los judíos y los
cristianos. Y es un tema inagotable.
Volvamos a los hornazos para encontrarnos con el maestro Julio Caro Baroja,
que en su libro Ritos y mitos equívocos, señala que "En Castilla y otras
partes de España al pan o torta o rosca con huevos que se regala a los niños o
al predicador después del sermón de gracias, el día de Pascua, se denomina mona
y hornazo...Y añade que su origen hay que buscarlo en la antigüedad pagana, es
probable que la fiesta de San Marcos, con su aire extraño, agrícola, pueda dar
la clava de ellos mejor que la Pascua" Y apunto que el hornazo, como la
mona, que proviene del árabe munnia,
obsequio, eran una ofrenda, pero ¿a quién o a qué?
En Salamanca, no todos los hornazos son iguales, por ahora. El serrano solía ser una bolsa de masa en la que dentro se metían chorizo, tocino y huevos sin trocear, el huevo, incluso, cocido y sin pelar. El otros puntos la masa se asemeja más a la del pan, incluso se especia con anís o azafrán, pero todos ellos tienen en común la masa y la carne, como señal clara de la liberación cuaresmal.
EPÍLOGO
Cuál es la esencia de esta fecha DEL LUNES DE AGUAS: sin duda la del
reencuentro con la naturaleza. La que ha estado encorsetada por las normas
cuaresmales y la que ha brotado con la primavera. Y de aquí la salida al campo,
y la merienda de lo prohibido y la celebración de lo carnal en todos los
sentidos, como una liberación.
Este lunes, además, es el Día del Trago en La
Alberca, con protagonismo para los escancianos, que son los que se han casado
en el último año. En Alaraz, como he
señalado. En Buenamadre hay vigilia, ofrendas a la Virgen en la ermita de los
Remedios y merienda. En Villoria es la fiesta del Voto, con procesión de Santa
Bárbara. En Endrinal se festeja a la
Virgen del Mensegal y se toma sangría y hornazo. En Los Santos es la romería de
la Virgen del Gozo, con subasta, y en Linares la del Buen Suceso, en la que no
faltan los hornazos, y en La Orbada la de la Encarnación o en Yecla de Yeltes
la de la Virgen del Castillo, donde las jóvenes ofrecen roscas o bollas
adornadas.