sábado, 1 de agosto de 2015

El Calderillo y la calderilla


En el Fichero General de la Academia de la Lengua y su Diccionario de la Lengua abunda la calderilla y escasea el calderillo, a pesar de que disfrutase de él todo un Nobel de Literatura como Camilo José Cela, quien confiesa que tuvo que aflojarse un par de agujeros el cinturón del pantalón tras haber merendado el famoso guiso bejarano, y quizás por ello se puso místico y dejó escrito de él que hay que “tener fe en las saludables cualidades del Calderillo, la esperanza de que no sea el último y la caridad que, según es fama, bien entendida comienza por uno mismo.

Y es cierto que el Calderillo se merienda, como así ocurría antes y lo recogen las crónicas, aunque le tengamos por guiso de los trabajadores textiles, que lo trasladaban desde casa al trabajo no en una calderilla, donde se lleva el agua bendita, sino en un caldero pequeño o calderillo, que según nuestro Diccionario es un caldera pequeña de suelo casi semiesférico y con asas sujetas a dos argollas en la boca. Esto es un caldero y a menor tamaño, un calderillo. Así portaban el guiso de casa al trabajo o lo cocinaban en él en al aire libre, como sucede el famoso y concurrido Día del Calderillo. Así, podemos imaginar a la vez, por un lado a los trabajadores acudiendo aún de noche y ateridos de frío a la fábrica llevando el calderillo (guiso y recipiente), y por otro a las familias dándole con gusto al plato en las tardes de primavera regado con vino de aloque, como sugería Rufino Agero Teixidor, autor de varias publicaciones sobre expresiones y palabras bejaranas: “hay que degustarle con regulares y pausados tragos de vino aloque de la tierra y a ser posible al aire libre para que sea más típico, en un lugar hermoso y fresco, cerca de un manantial frío –que abundan generosamente en nuestros prados y montañas—para refrescar el vino. Curiosamente, tanto Agero como Cela avanzan el vínculo del Calderillo con el textil: “Son maestros consumados en su condimento, herederos de generación en generación, los buenos tejedores, cordadores, percheros, bataneros, etc…(Agero) y “según las nobles y vetustas artes de los tejedores” (Cela).

Hay poco calderillo, decíamos, pero alguno hay. En el “Libro del Arte de Cocina” (1599) de Diego Granado se indica “Y después hiérvase en un calderillo ancho con agua”. En una ficha se cita a Rafael Bluteau, filólogo del XVII, que en uno de sus diccionarios recoge aparentemente en un significado único “calderilla, caldereta y calderillo”. También se encuentra a José María Iribarren y su “Vocabulario Navarro” con un calderillo de la Ribera que recuerda más a una menestra que a nuestro estofado tradicional. El asunto se anima y arrima a lo que entendemos por Calderillo con las fichas de Manuel Antonio Marcos Casquero, G. Hernández, Agero Teixidor y pare de contar. No aparece Cela, ni Luis Felipe Lascue y su diccionario gastronómico, ni Dionisio Pérez, Post Thebussen, que en su “Guía del Buen Comer Español”, publicada a principios del siglo pasado describe al Calderillo como guiso genuinamente bejarano, y a partir de aquí nuestras Marta Sánchez Marcos, Aveli Serrano, Flora González… Aquí tienen las autoridades bejaranas y entidades como el Centro de Estudios Bejaranos tarea: completar ese fichero académico y conseguir que haya más Calderillo que calderilla en él y consecuentemente en nuestro Diccionario de la Lengua. Al fin y al cabo, la fiesta del Calderillo, que se celebra el primer domingo de agosto, en el Castañar bejarano, nació al calor de una tertulia literaria, a principios de los años setenta, para pasar años más tarde al de la Sociedad Gastronómica “El Calderillo”, a la que tomó el relevo o cucharón el Ayuntamiento de Béjar, que ha de tener el guiso como parte del patrimonio inmaterial de la Ciudad y velar por su mantenimiento y promoción. No puede ser de otra forma: el Calderillo no puede convertirse en calderilla. Algo a lo que también quedo comprometido como Cocinero Mayor del Día del Calderillo de este 2015.
Un honor.

P.D. La receta básica del Calderillo se la copiamos a Agero: “guisado de carne de vaca de baja calidad y patatas no cortadas a cuchillo sino tronchadas, y sazonadas con cebolla, pimiento y pimentón un poco picante” (“El habla de Béjar, 1979”). A partir de aquí, cada maestrillo tiene su librillo, y a buen entendedor….