miércoles, 27 de abril de 2011

Paella: se levanta la veda

La Pascua levanta la veda de la paella. El 1º de mayo me parece que es la fecha oficial a la vista de las que se convocan con carácter popular en dos barrio salmantinos, San José y Ciudad Jardín. Y a partir de aquí ya no se para hasta que entra el otoño. La paella es sinónimo de fiesta vecinal en buena parte de la provincia, por otra parte arrocera, en detrimento de otros guisos más propios, quizá por la paella le gusta a todos, probablemente por aquello que aseguraba Josep Pla en "Lo que hemos comido": "contiene tantos ingredientes que gusta a todo el mundo". Sus excelencias se han cantando en verso y prosa. La poesía más conocida es la de José María Pemán: "¡Oh insigne sinfonía de todos los colores!/ ¡Oh ilustre paella, / por fuera con su blusa de colores,/ quemadita por dentro con ansias de doncella!/ Oh polícromo plato colorista/ que antes que con el gusto se come con la vista./... Oh plato delicioso/ donde todo es hermoso/ y todo se distingue, pero nada está roto/ Oh plato liberal, donde un grano es un grano/ como un hombre es un voto".
Más allá de la prosa recetaria (y abundante), también la hay muy buena sobre la paella. Y variada. Con algunos ilustres, como Azorín, que en algún momento se ocuparon de ella para decir, por ejemplo, que es "un abreviado mundo gastronómico" o llamarla "plato de arroz prepotente". Julio Camba, como no podía ser de otro modo, escribió de ella, le dedicó un capítulo de "La cocina de Lúculo" donde decia que "la paella es un plato romántico, lleno de realismo y de color local". Romántico por variado, frente al simplismo de lo clásico. Vicente Blasco Ibáñez la situó en el título de uno de sus textos, "La paella del roder", de 1899, cuyo protagonista es un bandido o roder, inspirado en uno que realmente existió, José Ramón Sánchez, alias "Bolsón". Claro que para paella de novela, la de Rafael Azcona, "La paella", que cuenta la historia de unos recién casados que viajan al Vaticano con la intención de llevarle una paella al Papa. Otra paella de novela es la de "Tranvía a la Malvarrosa", de Manuel Vicent, con aquel fraile que intenta convencer a un condenado para que se confiese asegurándole que su víctima le espera en el cielo con una paella. Vicent, valenciano, dedica también un capítulo a los arroces y paellas en su "Comer y beber a mi manera", donde asegura, por ejemplo, que "las mujeres no le dan ninguna importancia a este guiso...Pero cuando la paella la guisa un hombre, que no es cazador o marinero, en cuyo caso no hay literatura, empieza con que el cocinero se inviste de una gran responsabilidad, que está entre la angustia y la euforia, como su fuera a oficiar una ceremonia sagrada. Las paellas hechas por aficionados siguen una estrategia determinada según la personalidad de cada uno. En este sentido existen varias clases de paellas: la dubitativa, la operativa, la autoritaria, la frívola, la imaginativa, la alegre y confiada".
Con sentido del humor la vio Ramón Gómez de la Serna, que en una de sus gregerías dijo que "el timbalero es el cocinero de la orquesta y tiene a su cargo dos paellas".
Exigente, Manuel Vázquez Montalbán, escribió "que los valencianos auténticos son los inventores del arroz guisado en compañía y no son los inventores de esa truculencia a la que llaman paella de pollo y mariscos en muchos restaurantes... Y lo que ya es intolerable es que te sirvan una paella como la de hoy en la que el arroz ha sido sofrito en medio litro de aceite empleado para achicharrar toda clase de pescados". La cita la he extraído de su "Diccionario indispensable para la supervivencia".
Muy curioso es el texto que le dedica a la paella Dionisio Pérez, Post Thebussen, en "la cocina clásica española", donde se queja del escaso eco de la paella y los arroces españoles fuera del país frente al apoyo de sus respectivos arroces, por ejemplo, de franceses o italianos, y tras recorrer esos platos internacionales afirma que "La palabra paella no aparece en esta antología del arroz. ¿Se tiene idea del daño económico, del perjuicio material, de la pérdida en pesetas que representa para España esta ofensiva del silencio, del desconocimiento, de la ocultación de nuestra personalidad arrocera y cocinadora en el mundo?" Y concluye: "parézcale baladí a quien quien quiera: a mí me parece un problema de Gobierno". Bien, luego veremos que las cosas han cambiado desde los tiempos de Post Thebussen.
En el imprescindible tomo de Néstor Luján y Juan Perucho "El libro de la cocina española" se explica la variedad de arroces y cómo se hacen en el Levante, así como lo siguiente: "La palabra paella empezó a usarse en castellano modernamente a partir de 1900, como sinónimo de arroz a la valenciana. Paella en catalán significa sartén, que fue tomada del francés a finales del siglo XIV. Sartén, en francés antiguo era paele y venía del latín patella..." Y tras esta lección de etimología paellera aseguran que "la paella ha llegado a ser el plato español por excelencia. En cualquier país donde un español dé a conocer su nacionalidad, inmediatamente, como un tópico infalible, le citarán los toros, la paella y quizás las castañuelas".
En este sentido, siempre me produce una sonrisa leer a Antonio Civantos en su "Cocina sentimental" que "La paella fue el primer reclamo de Fraga para traer turistas a Franco". Y hasta hay quien tiene escrito, dice, que Fraga inventó la paella.
No, la paella no tiene fecha de nacimiento. Sí parece asumido que fue en Valencia, fruto de la conjunción de elementos como el arroz, las verduras, el pescado y la carne de monte, y del empleo de una sartén en vez de una cazuela, hasta que contenido y continente significaron lo mismo: paella, que como exclaman Ángela Reyes y Juan Ruíz Torres: "es la paella, reina que proclama, el bien comer arroz: ¡canela en rama!".
Ha comenzado, decía, el tiempo de las paellas coincidiendo con el buen tiempo y las fiestas vecinales. Que sean o no paellas conforme a al doctrina oficial en lugar de arroces es harina de otro costal. Al menos, están hechos en paellas. Sean lo que sean, que aproveche.

lunes, 25 de abril de 2011

La chanfaina: apunte

Sospecho que la chanfaina, convertida en una de las especialidades de la cocina salmantina, tiene su origen en la autorización eclesiástica a los pobres para que comiesen los sábado carne. La que no se quería en los mataderos, los bofes o livianos. y que en el siglo XVIII, cuando se populariza el arroz, éste pasa a complementar el guiso. Esta chanfaina se encuentra en otros territorios nacionales, no siempre con los mismos elementos: por ejemplo, en Cataluña es más una mezcla de verduras. Lo que me lleva a este texto que he encontrado en la lectura del libro de María de los Ángeles Pérez Samper, "Mesas y cocinas en la España del siglo XVIII", de editorial Trea, libro recomendado para aquellos a los que les guste la historia de la cocina y la gastronomía. En la página 245 dice lo siguiente:
...la samfaina, que, en aquella época, tanto podía referirse a un plato de asaduras a base de sangre, hígado y livianos, como a un plato de verduras a base de tomate, pimiento y berenjena...
En Salamanca, la chanfaina, es un guiso en el que encontramos sangre, menudos de cordero, callos, arroz y especias, entre las que destaca el comino. Y resulta curioso que este guiso que en otro tiempo fuese de pobres lo sea hoy de domingo y se anuncie en la barra de los bares como guiso de fiesta. Pero así es la historia. Que aproveche.

martes, 19 de abril de 2011

Hornazos de "güevos" protagonizan la Pascua

Sostiene el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que la palabra hornazo procede del latín fornaceus y significa rosca o torta guarnecida de huevos que se cuecen juntamente con ella al horno y también agasajo que en los lugares hacían los vecinos al predicador que habían tenido en la cuaresma, el día de Pascua, después del sermón de gracia. En 1611, en el Tesoro de la Lengua Castellana y Española, de Sebastián de Covarribuas, dice que es la rosca con huevos que se solía dar por Pascua de Flores. El asunto puede sorprender a los salmantinos --y no sólo--porque por Salamanca el hornazo es una especie de empanada rellena de embutidos y en algún caso huevo, tradicional del Domingo de Resurrección, Lunes de Pascua y en su octava, Lunes de Aguas, pero también, excepcionalmente, en algunas fiestas y localidades. De hecho, en la actualidad, el hornazo se hace y ofrece todos los días del año en pastelerías y hornos para meriendas, tapa en los bares y recuerdo turístico. Efímero, eso sí, porque en cuanto se abre es visto y no visto.
Pero los hornazos no sólo están en los diccionarios, también en la literatura. Lope de Vega (cómo no) en su Peribáñez y el comendador de Ocaña escribe: "No hay pies con zapatos nuevos/ como agrandan tus amores;/ eres, entre mil mancebos,/ hornazo en Pascua de Flores/ con sus picos y sus huevos". Otro dramaturgo, Tirso de Molina, en "Tanto es lo de más como lo de menos" escribe este diálogo entre dos personajes: ¿Qué parecen valonas que adornan calvas? A lo que le responde otro: "Los hornazos de güevos, que dan por Pascua". Y es que en los siglos XVI y XVII solía decirse aquello de "Pascua de flores, tiempo de hornazos". Y hasta tenemos un refrán que señala que "año derechero, las castañas al sol y el hornazo al humero".
Lo cierto es que no en todas partes el hornazo es como el salmantino. Más bien se asemeja mucho a lo que conocemos como mona de Pascua, que se describe así en el Diccionario de la Academia de la Lengua de 1783: "torta o rosca que se cuece en el horno con huevos puestos en ella con cáscaras por Pascua de Flores, que en otras partes llaman hornazo". Torta o rosca, así es, y así se recoge en el libro La verdadera poesía castellana de Julio Cejador: "Y en viendo sus embarazos/ pensé traía en brazos/ muchas roscas de hornazos/ que por Pascua solen haber". Y qué pinta el huevo en todo esto. Quizá aclare su vínculo con la Pascua esto que puede leerse en el Diccionario de Símbolos y Mitos, de J.A, Pérez-Rioja: la forma en la que el polluelo sale del cascarón sugiere, en el cristianismo, que el huevo sea considerado como un símbolo de la esperanza y la resurrección. El huevo, insiste, el huevo de Pascua, sugiere la idea del despertar de la naturaleza. Francesca Rigotti en su "Filosofía en la cocina" señala que es una vieja idea que la vida y hasta el universo salió de un huevo. Quizá por ello, vemos estos días tantos huevos de chocolate y llamativos colores en las pastelerías, o a los niños de algunos pueblos decorarlos y echarlos a rodar por la ladera de una colina, a pedirlos por las casas para la merienda de Resurrección y Pascua, como ofrenda... El huevo está presente en el altar y la mesa de los judíos y los cristianos. Y es un tema inagotable.
Volvamos a los hornazos para encontrarnos con el maestro Julio Caro Baroja, que en su libro Ritos y mitos equívocos, señala que "En castilla y otras partes de españa al pan o torta o rosca con huevos que se regala a los niños o al predicador después del sermón de gracias, el día de Pascua, se denomina mona y hornazo...Y añade que su origen hay que buscarlo en la antigüedad pagana, es probable que la fiesta de San Marcos, con su aire extraño, agrícola, pueda dar la clava de ellos mejor que la Pascua" Y apunto que el hornazo, como la mona, que proviene del árabe munnia, obsequio, eran una ofrenda, pero ¿a quién o a qué? Continuará, pero, de momento, que aproveche.

miércoles, 13 de abril de 2011

En San Eloy, fotos y gastronomía

Dentro de las actividades que conmemoran el 20º aniversario de la creación de la Filmoteca Regional de Castilla y León hay estos días dos exposiciones: en la sala Santo Domingo y en la de San Eloy. En ésta es posible además de ver extraordinarias imágenes del pasado descubrir en el caso de fotografías salmantinas algunas referencias gastronómicas, como el Mercado del Egido, de Peñaranda de Bracamonte, en cuya Plaza Mayor aparecen los históricos ultramarinos Juan Muñoz, placas que pertenecen a la familia Hernández Mesonero. De Béjar se encuentra una entrañable escena: la del vendedor de sandías --con romana incluida--en una Plaza Mayor descarnada, pero también la de unas coritos (vecinas de Candelario con atuendo tradicional) de compras por La Corredera bejarana con su cesta en el brazo. Ambas tomadas en 1902 por Juan Eduardo Zúñiga. En la historia de la pastelería salmantina hay un nombre mítico: La Mallorquina. El histórico local aparece en una fotografía de Amalio Gombau, que retrata una escena de mercado en la calle de San Pablo, en la que también se atisba un cartel de Nestlé en la portada del Nuevo Mundo, justo enfrente de la Panadería Mecánica del Moro, que promocionaba su famoso pan francés en los carteles. Se encontraba en un local encajado en las llamadas escaleras del Ochavo. Otro ultramarinos, el de Almaraz, se asoma a espaldas de un grupo de turistas que se encuentran en la Plaza de Colón y que retrató Manuel Escudero, igual que Eusebio Martín recogió la imagen de una Plaza de Santa Eulalia en la que se ve claramente el cartel del Condal y de La Posada. Entrañable. Que aproveche.

lunes, 11 de abril de 2011

Semana Santa gastronómica y tradicional

Comienza con panes y finaliza con hornazos. Entre medias, chocolate, bacalao, potaje o pestiños, como vengo contando. Pero en el principio fue el pan o los panes de Navales, que protagonizan el Domingo de Ramos en esta localidad. La cofradía reparte alrededor de 300 panes entre sus miembros y los niños del pueblo después de sortear los cargos de la cofradía para el año que viene. Tras este reparto está la figura del pan como símbolo del cuerpo de Cristo, pero también rituales de caridad o la figura del pan como más que un alimento. El Domingo, además, el "limón" o "limones" comparten con las palmas el protagonismo tradicional en Alba de Tormes, donde los bares reparten esta popular ensalada de cítricos, de pasado judeo-árabe y cristianizada con la presencia de embutido a modo de bautizo carnívoro: limón, naranja y huevo cocido son los elementos claves de este plato, aliñado con aceite, vinagre y sal.
Los Oficios de la Universidad de Salamanca, Jueves y Viernes Santo, llenos de solemnidad y rito, también cuentan con sus elementos gastronómicos, como son el chocolate, agua de azucarillo y dulces, productos dulces que tenían como objetivo recomponer las energías tras el duro ayuno de la Cuaresma y después de velar durante horas el Santísimo.
La limonada también está presente en la Semana Santa. O la sangría. Ésta se reparte junto a los panes en Navales y era reconstituyente de hermanos y cofrades penitentes. En su versión limonada la encontramos en Peñaranda de Bracamonte la tarde del Viernes Santo en el juego de las "mecas", que evoca, en cierta forma, el sorteo de la túnica de Jesús entre los soldados, tal y como se cuenta en los Evangelios. En un bar de Peñaranda --comenzó en "La Flor del Vino y las últimas ediciones se ha celebrado en el Teatro Calderón--se reúnen los jugadores, que echan dados, se sirven de una vela, beben rondas de limonada y levantan acta.
En Villaflores, según la tradición, los vecinos no se aguantaban al Domingo de Resurrección o Lunes de Pascua y en plena madrugada, junto a la iglesia, se comían el primer hornazo salmantino. En Nava de Béjar lo hacen el Domingo de Resurrección en una tradición recientemente recuperada. Un buen día para acercarse hasta Ciudad Rodrigo, donde se dan cita la Fiesta de la Charrada, la Feria de la Artesanía y la Pascua recién nacida. Que aproveche.

jueves, 7 de abril de 2011

El potaje, mucho más que una sopa

La palabra "potaje" aparece en nuestra lengua en 1444, según el Diccionario Etimológico, de Corominas, procedente del francés, "potage", con el significado de puchero o cocido. En 1611, Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española, describe "potaje" como el caldo de la olla u otro guisado líquido. A finales del siglo XIX, Ángel Muro, en su Diccionario de Cocina, describe "potaje" como el caldo de olla u otro guiso líquido, igual que decía Covarrubias, pero añade: "por antonomasia se llama a las legumbres guisadas para el mantenimiento de los días de abstinencia" y dice más: "nuestro clásico potaje español es un conjunto de legumbres y hortalizas reunidas, compuestas con aceite frito, espesado con harina y huevo, y servido en los días de viernes". Dice bien Muro lo de "potaje español" porque en ese momento convive este potaje con otros, según leemos en el Episodio Nacional "O' Donnell", cuando al hablar de un encargo a Farruggia, una de las casas de comidas más famosas de Madrid, Benito Pérez Galdós relata: "se sirvió primero una sopa con el extraño nombre de potage a "La Montesquieu".
Por esos días, en la cocina francesa triunfa Antonine Careme, autor del libro "El gran arte de los fondos, caldos, adobos y potages", con un capítulo especialmente dedicado a tratar de los potajes franceses, ingleses, napolitanos, sicilianos, españoles, alemanes y rusos. Néstor Luján tradujo el libro al castellano, recogiendo, entre otras, esta afirmación del cocinero: He llegado finalmente a esta parte tan interesante de la cocina francesa, y a pesar de lo que digan aquellos viejos malhumorados y taciturnos gastrónomos, repito en voz alta que los potajes son y serán siempre los agentes provocadores de la buena comida". En palabras del precursor de la crítica gastronómica francesa, Grymod de la Raynière, "El potaje es a una comida como el pórtico o peristilo a un edificio, no es solamente la primera pieza, sino que debe estar concebida de forma que nos de una justa idea del festín". En ese momento, el potaje francés era algo parecido a una sopa, nada que ver con la idea de nuestro potaje legumbrero, sin una fórmula precisa, salvo, eso sí, la presencia de la legumbre. En 1891 Joaquín Arimón envía a Ángel Muro la receta de un "Potaje popular" que merece la pena reproducir: "Nada de tomarás un pavo, porque esto reñirá desde luego con los títulos del guisote. Tomarás...una cazuela, en la que echarás un poco de aceite bien quemado, unos recortes de cebolla y un modesto trozo de jamón cortado a pedacitos. Pondrás todo esto al fuego, para que se fría, añadiéndole enseguida una cucharadita de harina. Antes o después, como tu quieras, habrás hecho hervir 350 gramos de garbanzos y un repollo que, con agua inclusive, unirás a los ingredientes de la cazuela de antes. Pimienta y sal, por supuesto. Media horita a fuego lento... y nada más. El importe de este plato, para seis personas, no pasa de una peseta. Ya ves que la cosa no puede ser más democrática: aunque ordinariote de suyo, el tal potaje es muy nutritivo, muy agradable y sobre todo muy económico. Para decoración de casa pobre resulta que ni pintado".
Alguien tiene dicho que potaje en la Edad Media era todo lo que cocía en un puchero, y no le falta razón. Y eso forma parte del recetario español desde que nace. En el primero de todos los conocidos, el de Ruperto de Nola, de 1529, aparece en el mismísimo título del libro, que se titula "Libro de los guisados, manjares y potajes". Lorenzo Maillo Casas en su tratado "Gastronomía" afirma que los antiguos potajes eran similares en su concepción culinario a la olla podrida española o a su descendiente, el cocido. En el libro "Las cucharas de la tribu", de Juan Luís Suárez Granda, éste dice: "las sopas y los potajes son primos hermanos, los dos son platos húmedos, han de hervir en agua al fuego largamente, se toman con cuchara y ambos aparecen en todos los fogones del mundo, constituyendo una especie de koiné o universales de la cocina. En cierto modo, un potaje es una sopa enriquecida y venida a más, algo así como una sopa elevada al cubo".
Desde su sabiduría culinaria y de andar por la calle, Biscuter, el ayudante del detective Pepe Carvalho, en la novela de Vázquez Montalbán, "Sabotaje olímpico", lo señala: "un potaje es simplemente una sopa, por muy complicada que sea". ¡Pero qué sopa! El mismísimo Voltaire dejó dicho que "hago más caso de un rayo de sol y de un buen potaje, que de todas las cortes del mundo".
Y hablando de mundo, allá va un haiku titulado "Huele a potaje", que me he encontrado en internet: Ya florecidas/ se comban sobre el río/ tamas de aliso./ Pasan los invitados/ también la brisa fresca./ Huele a potaje/ se mueven los visillos/ de la cocina.
Si el otro día recordábamos la frase de Antonio Civantos de que el Jueves Santo se hizo para comer torrijas, hoy podría decir que el Viernes Santo se hizo para comer potajes, pues ha quedado como guiso de viernes de cuaresma o potajero y muy especialmente del Viernes Santo, con sus garbanzos, lentejas, espinacas, zanahoria, arroz, bacalao migado, almejas y huevo cocido pues los que he comido los llevaban, y a partir de aquí, a discutir si con arroz o no, o si como el potaje materno, ninguno. En fin, que aproveche.

miércoles, 6 de abril de 2011

En el 7 de abril, Día de la Salud

En tan señalada, cuatro referencias relacionadas con la salud, la gastronomía y las letras. Primera: el episodio de Lázaro de Tormes, en el que el ciego descarga sobre el rostro de nuestro lazarillo la jarra de vino de la que Lázaro bebía a escondidas: "...y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy me quedé. Desde aquella hora quise mal al mal ciego, y aunque me quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del cruel castigo. Lavóme con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho y sonriéndose, decía: ¿qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud". Segunda, consejo de Don Quijote: "Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago". Tercera, en el mismo libro, el famoso médico de Barataria impone serias restricciones dietéticas a Sancho; de ellas podéis saber más en el documentadísimo libro de Juan Cruz Cruz, titulado "Dietética medieval", que incluye un resumen del pensamiento de la época relacionado con la salud y la alimentación, y la versión en castellano del "Régimen de Salud", de Arnaldo de Vilanova, todo un clásico. Y cuarta: no dejéis de leer el poema de Quevedo dedicado a un médico. Leedlo despacio. Que aproveche.

martes, 5 de abril de 2011

El Baile de las Lagartijas...y además

Se acerca el día de la presentación de El Baile de las Lagartijas (lunes, 11, Casino), del que saco algunos textos más con trasunto gastronómico. Por ejemplo, a propósito de una celebración que dura tres días y otras tantas noches se comió y bebió sin freno, decenas de cabezas de ganado, gallinas, patos, conejos y perdices; el mejor embutido y jamón de Guijuelo, acompañados de torrijas, leche frita, almendras garrapiñadas, obleas y rosquillas de Ledesma, y se consumieron pilar de hornazos, morcillas y longanizas, barriles de cerveza, cajas de vino verde, sangría, aguardiente de hierbas y perronillas. Más adelante nos presenta a un vecino capaz de "engullir catorce sobaos pasiegos de un solo bocado, y de explicarnos algunas especialidades del pueblo de Almoneda: "bolas de nieve cocinadas de todas las maneras posibles, La cocían con leche. La preparaban a la plancha con ajo o en salsa de tomate. Nieve con pan, nieve con aceite y nieve con arroz". ¿Alguien se apunta a preparar estas sugerencias? Otro vecino del pueblo, se pedía en el bar "un chato y una cabeza de ajo como tapa, la cortó en láminas y la condimentó con chorritos de aceite"; a otro, el olor de las fábricas de cerveza le estimulaba el recuerdo de los estofados de su madre, y resulta que el panadero era el hombre más feliz del pueblo, Almoneda, donde "el aire sabía a comida, la comida sabía a libertad y la libertad sabía al principio de la vida, cuando todo se devoraba sin echar de menos nada". De lo mejor que puede leerse en estos días. Y su autor, como ya señalé, es salmantino.
Avance: En 2009 cayó en mis manos "La nariz de Edward Trecom", una curiosa novela alrededor de este personaje y su vínculo con el mundo del queso mediante una nariz prodigiosa para reconocerlos, que pierde, en un momento, sus virtudes, que debe recuperar desvelando los misterios de su familia. Ahora, en 2011, descubro en Madrid otro libro de su autor, Giles Milton, titulado "La vida según Arnold", que se presenta como una novela de amor y setas. Y es que su protagonista, Edward, siente la misma pasión por las setas que por Flora, su esposa, a la que va a abandonar tras descubrir algo y viajar al Pacífico, donde se casa con la reina de un remoto reino... El asunto promete, ¿no? Que aproveche.

domingo, 3 de abril de 2011

Cocina en Almoneda, de "El baile de las lagartijas"

Se llama David de Juan Marcos, es salmantino y biólogo, y pasó por la Fundación Antonio Gala en 2005. El 11 de abril en el Casino de Salamanca presenta su libro "El baile de las lagartijas", donde presenta un rosario de personajes con sus correspondientes historias que tienen de común ser de una localidad denominada Almoneda y protagonistas de vivencias fantásticas, de esas que sólo pensábamos que existían en la mente de Laura Esquivel o Gabriel García Márquez. Almoneda se encuentra entre Portugal y España, por alguna pista que da el autor, entre el punto que el Duero se introduce en Portugal y Ciudad Rodrigo. Y como este blog se mueve en este territorio en el que conviven la gastronomía y la literatura, allá va el párrafo más gastronómico del libro del paisano: "En cada cocina se preparon pantagruélicos estofados de setas, cocido castellano, bollo maimón, chanfaina, oreja, farinato, morro salpicado, callos, repelao, rebozao y piñonatas, y se descorcharon botellas fermentadas en lugares inimagibales". El porqué de este festín es algo que tendréis que descubrir en el libro, por otra parte, fascinante y entretenido. Queda recomendado y...que aproveche.