martes, 31 de mayo de 2011

En Zamora, entre pepinos

Anda el gremio de gastronomía regional reunido en Zamora para hablar de muchas cosas, pero de forma especial el vínculo entre internet y gastronomía. A mí me ha tocado hablar en una mesa sobre jornadas gastronómicas, que uno, en su modestia, ha venido a enlazar con lo festivo. Me explico: si acudo a una cita de estas me gustaría salir bien comido, con algo descubierto y habiendo pagado lo justo. También entiendo que una jornada gastronómica debiera ser una fiesta para los organizadores --públicos o privados--en forma de rentabilidad económica y de promoción del restaurante, el producto, la zona, el guiso... Y finalmente, la fiesta debiera llegar al objeto de las jornadas que es el producto, el plato, menú... He sido crítico con las jornadas porque sí, las de siempre y con lo mismo: me aburren, no me sorprenden. Y lo peor es que abundan cada vez más.
También he comentado la posibilidad no de regular sino de clasificar las jornadas gastronómicas como se califican los monumentos, los paisajes, las ciudades... Sería una forma de promocionar determinadas jornadas y de estimular a los convocantes de este tipo de acontecimientos. Y si la información se halla en una plataforma de internet como un menú, mejor que mejor.
El principal enemigo de las jornadas son precisamente las mismas jornadas. Aquellas que se repiten, que no aportan nada nuevo y que, desgraciadamente, cada vez abundan más y más. Las hay de restaurante, de producto, de guiso, de carta nueva... Individuales y colectivas. De temporada. De producto. De tipo de cocina. Personalmente me safisfacen las que me aportan algún descubrimiento en forma de producto, técnica o plato, las que revalorizan la despensa de una zona y las que, por supuesto, no me sangran el bolsillo.
Me ha parecido muy interesante lo que me ha comentado una cocinera (jefa de cocina de La Buena Madre), que explicaba la posibilidad de vincular la mesa al conocimiento del medio donde se producen los alimentos que se sirven.
Los pepinos han aparecido, claro. Es curioso saber que los israelitas que siguieron a Moisés en la huida de Egipto echaban de meno los melones y pepinos, que eran un manjar, o que el pepino estaba en la cosmética antiarrugas de Cleoplatra o que de un tiempo acá se extiende el gin tonic con pepino, sobre todo a partir de la aparición de una ginebra. Hendrick´s, con infusión de pepino y flores de rosas de Bulgaria. Los pepinillos en vinagre aparecen en La Rebelión de los Nabos, de Javier Tomeo. En otro momento le dedico algo más al pepino, tan empleado en gazpachos y ensaladas. Que aproveche. Saludos desde Zamora, desde Sabores 2011.
Y gracias Javier Pérez Andrés por mantener la llama de este encuentro nacido hace casi una década.

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