miércoles, 25 de mayo de 2011

La zanahoria

La zanahoria viene de lejos, seguramente de Oriente, y llegó aquí en las manos de los árabes. Isfannariya es el nombre árabe de donde procede, aunque los romanos ya la empleaban: está en los frescos de Pompeya, y en un estudio de Alain Touwaide y Robert Fisher del Instituto Smithsorniano sobre la botica romana éstos afirman que "los romanos empleaban la zanahoria como un curalotodo". Sin embargo, en los manuales dietéticos renacentistas, como el de Herrera, se pone algunas pegas: "además de sus propiedades calientes, las chirivías y zanahorias son de dura digestión y dan poco mantenimiento al cuerpo. Además tiene la virtud de hacer orinar". Así se cita en Dietética medieval de Juan Cruz Cruz. La primera referencia sobre su cocina la encuentro en Arte Cisoria de Enrique de Villena, recogido por Antonio Gázquez Ortiz en La cocina en tiempos del Arcipreste de Hita. Dice el Marqués de Villena que si se comen crudas es preciso "limpiar bien de la tierra e pelos delgados que tienen", si son asadas "en brasas no cumplen quitar aquellos pelos, que en el fuego se queman", y si son fritas y adobadas "no ha menester tajo". Naturalmente, también servían de compañía a las carnes, dando lugar a nuestro secular estofado. Por cierto, el Arcipreste de Hita, habla en algún párrafo de su Libro del Buen Amor, de un "licor de zanahorias". "muchas ricas bebidas las mandan muchas veces/ de cidra, de membrillo, licor hecho con nueces/ otro con zanahorias y demás pequeñeces/unas y otras regalan cada día con creces". Volvamos a la medicina y los médicos a los que tanta manía tenía Quevedo, que vuelve a manifestar en Sueño de la muerte cuando critica la jerga de los galenos, "invocaciones de demonios", dice, y cita algunas: "boptalmos, opopanax, leontopetalon, tragorigarum, potamogeton...Y sabido que quiere decir esta espantosa barahúnda de voces tan rellenas de letronas, son zanahorias, rábanos y perejil, y otras suciedades". Otro de nuestros clásicos, Diego Hurtado de Mendoza, le dedicó a la zanahoria unos tercetos: "que cierto es una fruta probada/ o raíz, por hablar más propiamente/ dulce, tiesa, rolliza y prolongada./ Pareceros ha fría, y es caliente/ tiene un gusto suave y muy cordial/ para entretenimiento de la gente.../ Oí decir que un médico gabacho/ afirmaba que macho y hembra era,/ pero siempre la tuve yo por macho..." Una coplilla que me lleva, es fácil imaginar por qué, al libro Afrodita de Isabel Allende, biblia de la cocina y despensa afrodisíaca, donde dice lo siguiente de la zanahoria: "Esta raíz, vulgarmente llamada consuelo de viuda empezó a cultivarse en Europa en el siglo XVII, fue llevada a América por los primeros colonos ingleses. Por su contenido en vitamina A y su forma se le atribuye el poder de exaltar la lujuria, pero en honor a la verdad: no conozco a nadie que se excite con una zanahoria (me refiero al comerla, por supuesto)". Y el libro Comer de cine me ha recordado la película Halfaouine, l`enfant des terrasses y la escena en la que un hombre interrumpe una tertulia de mujeres; éste lleva una bolsa con berenjenas, calabacines y zanahorias. "A su partida, el jolgorio (de las mujeres) estalla incontenible por la evidente sugerencia fálica que representan las verduras". Una prueba, dicen los autores, Xabier Gutiérrez y Juan Miguel Gutiérrez, de la pendiente liberación femenina en los países árabes.
Otro punto de vista nos ofrece Ayes Tortosa en un poema infantil que remata: "Y ya se acabó la historia/ de Nariz de Zanahoria/ que tocaba el violín/ en un banco de jardín/ y tan solo una moneda/ por estos cuentos me lleva". O aquel poema trabalenguas que dice: "Yo era un conejo/ tras una zanahoria/ atada de un hilo/ a la mano de un hombre/Corría y corría/ tras la zanahoria/ atada al hombre/ corría y corría". Otros poemas tienen una intención distinta, como este de Saínz de Marco: "Qué sería de este pobre burro/ sin su zanahoria/ sin su pequeña ilusión/ colgada de un palo". Más radical es Zanahoria rallada, de Miyó Vestín, dedicado al suicidio y que dice en un momento "apuestan si son fideos o arroz chino/ el médico de guardia se muestra intransigente/ es zanahoria rallada." Y muy sugerente lo que dice la Camarada Zanahoria en La Rebelión de los rábanos, de Javier Tomeo: "lo que es evidente es que por muy listos que sean los corderos, opina la Camarada Zanahoria, lo son más los hombres: hay más corderos que acabarán en la cazuela de los hombres, que hombres en la cazuela de los corderos".
Clásico de la literatura francesa --agridulce, por cierto--es Pelo de Zanahoria, de Jules Renard. Si tiene interés por las relaciones humanas profesionales, tendrá que leer el exitoso El principio de la zanahoria, de Adrian Robert Gastrick y Chester Eltor. Si las aventuras raras, Capitán Zanahoria, de Terry Pratchett. Y no pierda de vista Sopa de Kafka, de Mark Crik, un autor que escribe aquí imitando a clásicos y dando a sus escritos contextos gastronómicos. Uno de los relatos, "Coq au vin", imita el estilo de Gabriel García Márquez: "Tobaga cubrió aquella carnicería con el adobo de vino tinto y el (gallo) Jaguarcito quedó silenciado para siempre. Cortó las zanahorias en pedacitos y cada vez que el cuchillo se estrellaba contra la tabla de cortar, los pechos le daban un brinco". Tiene pinta de ser curioso también Suetonio Pimienta: memorias de un diplomático de la República de Zanahoria, de Gustavo A Navarros, o el infantil Si yo soy zanahoria, tú eres nuts, de María Menéndez-Ponte, preparado para que el inglés entre fácilmente en los niños.
Finalmente, y como homenaje a mi siempre adorada ensaladilla rusa, la receta de Escoffier de la Salade Ruse: "se compone en partes más o menos iguales de zanahorias, nabos, patatas, judías, trufas, champiñones, lengua escarlata, pechugas de ave, carne de bogavante, alcaparras, pepinillos, salchichón y anchoas". ¡Toma ensaladilla rusa! Con el recuerdo a Bugs Bunny, cuyo creador, Tex Avery, siempre pintó al popular conejo con una zanahoria en la mano, que aproveche.
P.D. No os asustéis si os convocan a un carrotmobs (movimiento zanahoria), se trata de acudir en masa a un local a consumir para premiar su compromiso ecológico o con el comercio justo. Time ha calificado este fenómeno como "más cool que el boicot".

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