miércoles, 21 de septiembre de 2011

Vendimia literaria

Otoño. Vendimia y vino. Así como la cocina española está llena de ajo y prejuicios religiosos, según Julio Camba, la literatura española lo está del vino. Y a veces buenos. Ya reclamaba Gonzalo de Berceo un vaso de buen vino por su traducciones a román paladino cuando la poesía española comenzaba a asomar o se señalaba al vino como antiséptico en la obra maestra de la picaresca, Lazarillo de Tormes, cuando el cabrón del ciego estampa su jarro en la boca de Lázaro y le cura el destrozo con vino y comentarios de que aquello que te pierde te sana. No hay elogio mejor al vino que el de Celestina ni coplas a una beoda mejores que las de Jorge Manrique --"Hanme dicho que se atreve/ una dueña a decir mal,/ y he sabido cómo bebe/ continuo sobre un brial.."--que no todo iba a ser coplas funerarias. El vino está en Quevedo --"yo soy pez de la bota, yo soy tenca de Illana"--y en Lope --"El vino y el cansancio son/ candados de las razón/ y sentidos exteriores"--, también en Fray Luís --"al que lo bebe, el vino hace osado, seguro, lozano y descuidado..."--, que bebe del Cantar de los Cantares, como Cervantes bebía los vientos por los caldos de Ciudad Real aunque luego, al escribir, reclamara moderación: "sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secretos ni cumple palabra".
No hay clásico de nuestra Lengua que no se haya referido al vino, el jarro o la taberna, para bien o para mal, y así lo recoge Pedro Plasencia en "El vino en los clásicos castellanos", que forma parte de la gastroteca desde el año 2006. Y pues entramos en el otoño, la vendimia, pues, habrá que ir vendimiando no pocos libros y autores que a lo largo del tiempo han hecho literatura del vino y su mundo, como la taberna. Ya decía Baltasar del Alcázar: "si es o no invención moderna/ vive Dios que no lo sé/ pero delicada fue/ la invención de la taberna". Que aproveche.

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