lunes, 19 de julio de 2010

La Gallina Ciega (II)

Continuo leyendo --casi estudiando--el libro de Max Aub y sí, tengo que darle la razón a Trapiello sobre el número importante de citas gastronómicas que tiene la obra. Algunas muy sabrosas, como iré detallando poco a poco. Hay citas (pag 197) a una mezcla de "atún, tomaca y pimiento, aderazada con piñones", a los "tramusos y cacahuetes. A la paella, como no podía ser de otra forma, situándose el autor en Valencia, señalando (pag 198) y recomendando, como señalaba Martínez Montiño, dice, que hay que plantar "la cuchara de palo para ver si se mantiene erecta: si el arroz tiene poca o demasiada agua". Hay varios momentos en los que Aub critica la "folklorización" de los locales de comidas (año 1969) en relación con el turismo, aunque muestre entusiasmo por lo que en ellos se come (pag 299) "¡qué butifarrisb!, qué loganizas, qué patatas fritas, qué pan de huerta, qué vino ordinario y basto que le va como un guante a esta comida bárbara y fecunda! ¡Cómo rezuma grasa y aceite multiplicando demasías lo negro y brillante de las butifarras, el sonrosado aceitoso de las longanizas!" Y se pregunta "¿para qué inventar nuevos platos?". Ya en Madrid (pag 328) sigue el glotón de Aub demostrando su buen saque en una tasca de la puerta de Toledo, vecina de la lonja de pescado, de nombre "Maxi", donde elogia todo, pero sobre todo las judías, pero también los lenguados y unas patatas con salsa, para establecer comparaciones con la restauración europea y concluir: "Y rásguenme el corazón: de la señal de la herida todavía manará en vez de sangre, salsa con ese regusto ordinario donde el valor del oro pierde su valer ante el sabor de estos frutos vulgares de la tierra". Aub, acude al famoso Llardy y pide cocido, pero éste sólo se sirve los lunes, así que se queda sin él. Y si famoso es el cocido madrileño, no lo son menos los callos, que también aparecen (pag 336) en el libro, concretamente los de Verdugo, al pie de la Puerta de Cuchilleros, pero no le gustan y reclama a San Isidro que baje y guste: "Gusta, mete tu cuscurro, haz sopas y dime su esto son callos! Desabridos, salseados en demasía, claros, deslavazados, sin gracia! Claro que son callos! Pero ¿de una taberna pegada a la Plaza Mayor?¡Vamos!¿Ni hablar!" Hay más adelante (pag 493) una amplísima referencia a los callos a la que en su momento dedicaré unas líneas; antes, encontraréis otras menciones gastronómicas sobre la gula, los españoles y la relaciones personales en la pag 381, y en la siguiente esta reflexión: "se ha pedido, tal vez, el punto en eque han de comerse los guisos en favor del asado, de la brasa y la electricidad, pero es mal norteamericano. Aquí, como en cualquier parte menos en algún restaurante francés, donde le hacen a uno perder la paciencia, el gusto directo de la carne asada o el marisco sobre el carbón consumiéndose ha vencido las filigranas de las mantecas, la salsas, las hierbas de olor y las horas de horno. Todo es fogón." Y sobre ello apoya nuevas reflexiones sobre la comida y los españoles, y cómo estos han cambiado. Para cerrar esta entrega, cita de la página 397 muy curiosa: "Ya no bastan las guindillas. Ahora hay patatas bravas y los mejillones arden. España ha cambiado hasta su estómago. Tal vez como resultado de la guerra (civil) y sus consecuencias tienen éstos más resistencis.¡Y cuidado que tenemos fama de brutos para comer y se sigue comiendo como en ninguna parte! Hablo de cantidad, pero ahora han añadido a la brutalidad de lo mucho el ardor general del guiso...Las angulas, los caracoles, picaban, pero no tanto".

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