lunes, 9 de enero de 2012

El cerdo, proscrito por no rumiar


En la espectacular Historia de la Alimentación, de Jean Louis Flandrin y Massimo Mantanari, que podéis encontrar en la editorial Trea hay un capítulo de Jean Soler en el que se alude a las razones de la Biblia para prohibir ciertos alimentos, como el cerdo. La normativa hebrea sobre alimentación es sencillamente tremenda y así se desprende de la lectura de este capítulo y otros libros sobre la materia que podéis encontrar en cualquier local dedicado a la lectura. La llamada Ley de Moisés es en especial dura o exigente con las carnes y de manera principal la del cerdo. El cerdo es el animal proscrito de los judíos, cuando sus pueblos vecinos "egipcios, mesopotámicos o griegos criaban cerdos e incluso los ofrecían en sacrificio; y a los dioses se les ofrecía lo mejor que se tenía", dice Soler. Se pensó en consideraciones sanitarias, pero la Biblia, la ley, no alude a nada de eso sino sencillamente porque tiene pezuñas, y es de pezuña hendida, mas no rumia, según cita el Levítico (11,7). Atención al detalle de "no rumia" porque en él está clave: en el Génesis se alude a la creación de los animales_ Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer". Génesis (1,30) Lo que se interpretó como que sólo sería animal puro aquel que comía "planta verde", como el ganado vacuno y ovino, que es, además, rumiante. El cerdo puede alimentarse de plantas, naturalmente, pero no sólo, y esta mixtura, en realidad toda mixtura, es excluyente, mucho más cuando, a diferencia de vacunos y ovinos, el cerdo no rumia. En palabras de Soler: los porcinos "si bien son herbívoros, también son carnívoros, y el hecho de que sean las dos cosas a la vez, a los ojos de una sociedad que manifiesta tanta aversión ante la hibridez, no puede sino reforzar su carácter impuro".
A partir de aquí el cerdo se empleó por parte del cristianismo como emblema de pureza religiosa frente a los judíos y conversos, de los que hay alguna buena muestra en nuestra Literatura, a la que habrá que aludir otro día de ese mes de enero tan prolífico en matanzas o fiestas que giran alrededor del cerdo y su sacrificio. El libro citado merece la pena tenerlo en la Gastroteca así como un cierto conocimiento de la gastronomía judía tan normativizada en pos de una cocina y despensa casher o pura. Y no pienses que por ello deja de ser sabrosa, abundante y variada. Sus fiestas, muy vinculadas a la alimentación, son auténticos festines. Que aproveche.

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