Avance: En 2009 cayó en mis manos "La nariz de Edward Trecom", una curiosa novela alrededor de este personaje y su vínculo con el mundo del queso mediante una nariz prodigiosa para reconocerlos, que pierde, en un momento, sus virtudes, que debe recuperar desvelando los misterios de su familia. Ahora, en 2011, descubro en Madrid otro libro de su autor, Giles Milton, titulado "La vida según Arnold", que se presenta como una novela de amor y setas. Y es que su protagonista, Edward, siente la misma pasión por las setas que por Flora, su esposa, a la que va a abandonar tras descubrir algo y viajar al Pacífico, donde se casa con la reina de un remoto reino... El asunto promete, ¿no? Que aproveche.
martes, 5 de abril de 2011
El Baile de las Lagartijas...y además
Se acerca el día de la presentación de El Baile de las Lagartijas (lunes, 11, Casino), del que saco algunos textos más con trasunto gastronómico. Por ejemplo, a propósito de una celebración que dura tres días y otras tantas noches se comió y bebió sin freno, decenas de cabezas de ganado, gallinas, patos, conejos y perdices; el mejor embutido y jamón de Guijuelo, acompañados de torrijas, leche frita, almendras garrapiñadas, obleas y rosquillas de Ledesma, y se consumieron pilar de hornazos, morcillas y longanizas, barriles de cerveza, cajas de vino verde, sangría, aguardiente de hierbas y perronillas. Más adelante nos presenta a un vecino capaz de "engullir catorce sobaos pasiegos de un solo bocado, y de explicarnos algunas especialidades del pueblo de Almoneda: "bolas de nieve cocinadas de todas las maneras posibles, La cocían con leche. La preparaban a la plancha con ajo o en salsa de tomate. Nieve con pan, nieve con aceite y nieve con arroz". ¿Alguien se apunta a preparar estas sugerencias? Otro vecino del pueblo, se pedía en el bar "un chato y una cabeza de ajo como tapa, la cortó en láminas y la condimentó con chorritos de aceite"; a otro, el olor de las fábricas de cerveza le estimulaba el recuerdo de los estofados de su madre, y resulta que el panadero era el hombre más feliz del pueblo, Almoneda, donde "el aire sabía a comida, la comida sabía a libertad y la libertad sabía al principio de la vida, cuando todo se devoraba sin echar de menos nada". De lo mejor que puede leerse en estos días. Y su autor, como ya señalé, es salmantino.
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