En la víspera del Día Mundial de Turismo echo una mirada al libro
Viajeros en Salamanca, editado por lel Centro de Estudios Salmantinos. En él me encuentro con
Augus John Cuther, que pasó por Salamanca el 6 de mayo de 1772, que cuenta que le había contado que los dominicos tenían mulas que continuamente iban y venían a Santander para tener pescado fresco. También con
Richard Twissm quien en 1772, elogiaba un hospedaje bajo la enseña del sol en la Plaza Mayor, que probablemente fuese el Mesón de la Solana:
la mejor posada regentada por un español, dice. Todo lo contrario opina
Richard Ford, que ni haya un hospedaje
tolerable ni un sólo
buen cocinero en su historia. Otro viajero,
Alexander S. Mackenzie, en 1834, menciona la Posada de los Toros y la mesa de un nuevo doctor en la que hay vinos, licores, pasteles, chocolates, dulces, confites y por último y no menos importante, puros habanos. A
George Borrow, que pasó por Salamanca fomentando la lectura de la Biblia, le ofrecieron bollos y confituras, por un lado y torreznos y huevos, por otro; era 1835. En 1843
William Henry Giles Kingston alude en sus escritos a una comida de
puchero de patatas hervidas humeantes y un excelente pan de centeno; más adelante cita un Parador del Rincón, en la Plaza Mayor, donde desayuna chocolate con una exquisitas tostadas delgadas y
agua delicadamente fresca, incluso elogia la gran variedad de helados en un café de aspecto italiano. El chocolate está también en el diario de
Charles Graux, en 1875, con un panecillo bien caliente y a veces pequeños bizcochos fritos y un vaso de agua con un azucarillo; y más allá de ello, puchero para comer, de ternera con garbanzos, coles, zanahorias, tocino, salchichas y salsa. Casi en el siglo XX, en 1894,
René Bazin, entró en la tienda de un pastelero en los soportales de la Plaza Mayor, y en ella se encontró
petitschoux, pero también bacalao frito o sardinas asadas. En 1906,
Bobadilla, recoge la venta ambulante en el Corrillo de legumbres, huevos, pollos y gallinas. Y si a principios de los años 20 la ciudad impulsa su carácter turístico con la construcción del Gran Hotel, en 1931,
Ehremburg, señala que además de una exposición permanente de objetos antiguos, su cocina se componía de diez platos.
El libro se titula "Viajeros extranjeros en Salamanca, 1300-1936), de Jesús Majada y Juan Martín, y fue editado por el Centro de Estudios Salmantinos en 1988.
Que aproveche.
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