El Cementerio de Praga, de Umberto Eco. El personaje que protagoniza la historia de Eco, camaleónico y políticamente incorrecto, tiene grandes aficiones gastronómicas, que quedan recogidas en alrededor de medio centenar de citas relacionadas con la comida que he recogido del libro. La mayoría francesas, naturalmente, y muy inspiradas en la cocina de Dumas. Te recomiendo el libro de Eco para las vacaciones, pero Le grand diccionaire de cuisine de Alexandre Dumas es incómodo para la tumbona, por su volumen.
El club de las chocoadictas, de Carole Matthews. Lo he comentado hace poco. Es divertido, muy entretenido, con su enredo y su intriga, pero sobre todo con mucho chocolate. Las protagonistas encuentran en el chocolate remedio a todos sus males.
La escuela de ingredientes esenciales, de Erica Bauermeister. Libro lleno de ternura en cada de las historias que le dan forma, y que giran alrededor de los alumnos de una escuela de cocina. Guisos entrañables, vinculados a citas especiales del calendario y extraordinario amor por la cocina son el marco para contar las vidas de los alumnos. Fácil de leer. Emocionante.
El cocinero, de Martin Suter. Narra la historia de un cocinero que aprendió de su familia una cocina capaz de estimular las pasiones sexuales. Lo descubre un amiga y abre un negocio con vocación terapéutica hasta que aquello se convierte en otra cosa. Junto a los ingredientes de esa cocina que despierta pasiones, encontramos guerra, crisis, corrupción, denuncias por racismo y venta fraudulenta de armas... Argumento digno de película.
Mesas y cocina en la España del siglo XVIII. María de los Ángeles Pérez Samper. Se trata de un ensayo, en su mayor parte fácil de leer, bien documentado y que arroja luz sobre un siglo no muy bien conocido en lo gastronómico. Quizá no sea un libro de tumbona al uso, pero lo cierto es que engancha y, además, no hace falta leérselo todo.
Para empezar, vale. Habrá más. Que aproveche.
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