A partir de aquí, el autor relata cómo el queso evolucionó desde las mesas campesinas a las de la nobleza, a diferencia de las peras, que siempre fueron manjar noble, aunque desaconsejado por la Medicina si su efecto no era compensado con otro alimento. Es una historia del queso muy curiosa, por lo que tiene de social, en la que llega a asegurarse que el queso era la carne de los campesinos, incluso que el queso resultaba adecuado al estómago de los campesinos, pero no para el de los caballeros. La fruta, por el contrario, fue aliento de la élite, objeto, por ejemplo, de regalo y agasajo. Un lujo. Sin embargo, como explica el autor, el gusto y la moda entraban en conflicto con la salud, comer peras conlleva riesgos, y para conjurarlos se elaboraron estrategias oportunas, sobre todo dos: tomarlas con vino o cocerlas. Algún autor, como Ercole Bentiviglio, va más lejos y afirma que las frutas acompañadas por el queso, son menos nocivas, es más, son saludables y buenas al gusto, y al estómago más gratas.
¿Y la razón del refrán? Bueno, para ello tendréis que ir hasta las páginas finales del libro. No me apetece nada reventar el final de la historia. Sí os gusta el queso y la fruta, si disfrutáis con la historia de la gastronomía y las curiosidades, este libro os encantará. Lo peor, sin duda, el precio. Y es que 22 euros, me parecen muchos para un libro de 144 páginas sin ilustraciones y en edición más bien sencilla.
Vamos a ver si alguien se atreve con nuestro uvas y queso saben a beso.
Que aproveche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario