Pocas estampas y presencias como la de las turroneras de La Alberca anuncian mejor la navidad salmantina. Tras el primer domingo de Adviento se establecen en los portales de San Antonio, al abrigo de la lluvia pero no del frío, a vender una mercancía secular y telúrica, con aspecto terroso y entrañablemente navideño. En otro tiempo eran auténticos pedruscos que se troceaban casi con cincel y martillo y se envolvían en papel humilde. Hoy, aquel turrón, también lo venden en tabletas y con él otros productos de la zona.
El P. Manuel María Hoyos dedicó buena parte de su vida a La Alberca y escribió un soberbio libro, aún insuperable: "La Alberca, monumento nacional". En él señala que en su tiempo, el turrón era recurso circunstancial de unas treinta familias, antes de escribir lo que sigue: "la masa, homogénea y dura, que lo constituye, es parecida a la que caracteriza al de Alicante. Se confecciona éste a base de miel y clara de huevo, constantemente batida al fuego, en recipiente de cobre. La fruta seca que se le adiciona es mínima y, por añadidura, sin tostar. Además, no se emplean ni la almendra, ni siquiera la avellana; solo piñones y nueces en ínfima proporción. Resulta, por lo tanto, un producto basto, que a sola la vista desmerece. Últimamente, en los años de carestía, le han agregado harina y otros compuestos, con menos cabo de la calidad. Si es de encargo y se incluye abundante almendra tostada, se hace en tablilla, resultando de magnífica clase".
En Alba de Tormes me consta que desde hace mucho tiempo se confecciona un turrón especial, d piñones, que las gentes de la confitería "La Madrileña" hacen con enorme sacrificio, pues es preciso remover y remover la masa si parar y los brazos se van resintiendo. Lo llaman turrón de piñón por ser éste el fruto seco que le ponen, quizá por tener cerca pinares.
Las turroneras albercanas no siempre han estado en los soportales establecidas. Hay fotografías en la Filmoteca Regional de Castilla y León donde se ven sus puestos situados entre el Mercado Central y la calle del Pozo Amarillo. Es más, además de turroneras se ven en las imágenes también turroneros.
Entre las cosas que más sorprende cuando se come el turrón albercano es la textura, porque uno espera encontrarse la aspereza del granito a la vista de su aspecto, y nada más lejos de la realidad. Hoy, felizmente, el turrón de La Alberca, se vende en cualquier momento del año en tiendas del pueblo, ferias y fiestas. Que aproveche.
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