Benditas
casas de comida que te ofrecen en este tiempo sopas de ajo. Tengo la certeza de
que más sopas de ajo a tiempo evitarían epidemias de gripe como la que nos
sacude.
Agua, pan,
ajo, pimentón, laurel y aceite de oliva son la esencia de la Sopa de Ajo, tan
antigua como el pan y como el agua, dicen los exagerados.
Mikel Corcuera en su libro “Recetas de Leyenda” las
lleva al tiempo de los vacceos, que las tomaban antes de entablar combate con
los romanos: eran tonificantes, daban calor y fuerza, dice, y quizá por eso
muchos echan mano de ellas después de una noche de juerga. Ramón Pérez de Ayala en “Troteras y danzaderas” escribe: “Vamos,
hijos, meteos por las sopas de ajo, que no hay nada como eso después de una
juerga”.
Y quien dice
juerga dice madrugada cargando pasos o desfilando, porque suele ser el
reconstituyente de muchos nazarenos de Castilla y León, tierra a la que la Wikipedia atribuye el origen de la sopa
de ajo, aunque haya tantas sopas de ajo como regiones españolas, según Laureano Canseco. Y ahí está “La Guía
del Buen Comer Español” de Dionisio Pérez, Post Thebussen, señalando de ellas
que algunos cafés de Madrid “llegaron a alcanzar fama resonante y dineros hasta
enriquecerse, procedían de La Mancha”.
Para más adelante añadir que Alejandro Dumas “comió las sopas de ajo con
enorme prevención y le parecerieron bien. Copió la receta que le dieron y la
divulgó en Francia, salvo que en su horror al aceite preceptuó en su receta la
grasa sin precisar cuál debía emplearse”. Post Thebussen reconoce a las sopas
de ajo “plato nacional” y por lo tanto extendido por el país con peculiaridades.
En cualquier
caso, son plato de cuaresma, tiempo al que vamos, como se recuerda Ventura de la Vega en la receta que le
ofrece al gastrónomo Ángel Muro y
que este incluye en su recetario “El Practicón” a principios del siglo XX. Dice
Ventura de la Vega antes de aludir a su consumo en Cuaresma que es “Un
suculento plato, base de toda la mesa castellana”. Lo dice y lo canta porque
incluye una partitura de José María
Casares. Podríamos decir que las sopas de ajo tienen himno.
Y no
tuvieron buena prensa en su momento.
A caballo
entre el siglo XIX y el XX la Condesa de
Pardo Bazán en uno de sus recetarios de cocina tradicional escribía de las
sopas de ajo lo siguiente: “modesta sopa del pueblo y de la clase mesocrática
española. Como el gazpacho será rehabilitada
un día porque es sana, apetecible y hoy ya se sirve en Cuaresma en mesas
muy aristocráticas”.
La Condesa
da la receta de sopas de ajo y otra de sopa de ajo fácil.
Que la sopa
de ajos no debía ser muy aristocrática lo demuestra el hecho de lo difícil que
es encontrarla en los recetarios. Y eso que sopas con pan las encontramos en el
“Nuevo arte de cocina” de Juan de
Altamiras (1767) aunque mucho más sofisticadas que las de ajo. En 1837, Mariano de Rementería incluye en su
“Manual del cocinero” una “Panatela o sustancia de pan”, que es una cocción de
pan “con agua común” que al empastar se añade manteca de vaca y sal y un batido
de yemas de huevo, que considera el autor “alimento excelente para niños y
ancianos”. También incluye una “Sopa natural” que no es sino verter sobre pan
tostado u horneado “caldo de la olla”. Tanto la Condesa como Muro colocan a las
sopas de ajo en su sitio, aunque sabemos que más allá de los recetarios estaban
ahí,
La
literatura nos habla de sopas de ajo en casas de comida al terminar el teatro,
el concierto o la juerga nocturna. Está en el menú de Casa Botín, en Madrid,
considerado el restaurante con más antigüedad y algunos de sus ilustres
clientes incluyeron las sopas de ajo en algunas de sus obras.
Galdós, por ejemplo, las incluye en “La
Batalla de los Arapiles” (Episodio Nacional) pero también en “Tristana” cuando
Horacio al escribirle una carta a esta le confiesa: “Si no te enfadas ni me
llamas prosaico te diré que como por siete. Me gustan extraordinariamente las
sopas de ajo tostaditas”.
Y
es que hay
sopas de ajo que bien hechas se merecen todo: Almudena Grandes en su novela Inés y la alegría alude a unas sopas
de ajo “muy ricas” tanto que su autora confiesa de “Perdigón ha dicho que están
para cantarlas coplas”.
De Larra, en “El casarse pronto y
mal” -- “en ninguna novela se dice que coman las Amandas y los
Mortimers, ni nunca les habían de faltar unas sopas de ajo””—a Delibes las sopas de ajo forman
parte de la literatura en español, en prosa más que en verso, aunque en verso
se podría aplicar a nuestras sopas de ajo lo que Ricardo de Vega dijo de la
sopa en general:
Siete virtudes tienen las sopas;
quitan el hambre y dan sed poca. Hacen dormir y digerir. Nunca enfadan y
siempre agradan. Y crían la cara colorada.
José Manuel Iglesias, en un texto titulado “Letras con
denominación de origen” denomina a las sopas de ajo “campechanas” y alude a
ellas como desayuno clásico del Madrid castizo evocando a Cela, que en su “Viaje a la Alcarria”, en la parada de Gárgoles de
Abajo, le sirven unas sopas de ajo y una tortilla de escabeche; se lo sirve una
criada guapa y enlutada en la que Cela ve a una dama mora. De Granada es Mari Luz Escribano Pueo autora de un
libro de memorias infantiles titulado “Sopas de ajo”.
esta muy mal explicado y no deberias hacerlo taaaaan largo porque si no la gente se abure leyendo esto y a nadie le apetece leer tanto,solo te estoy recomendando si no quieres hacer lo que te estoy diciendo no me importa ese sera tu problema
ResponderEliminarGracias,
besos manherba