La fórmula de la cerveza, la receta más antigua del
mundo, se talla en una estela de arcilla, nos recuerda Frank Kelly Rich en su libro “El borracho moderno”. De este modo,
la cerveza, está presente en los orígenes de la escritura, como lo está en la
serie “Los Simpson”, en todo partido de rugby que se precie o en numerosas
películas, incluida la última de James
Bond, algo impensable hasta ese momento.
En la historia del mundo en seis tragos”, su autor, Tom Standage, asegura que “no se conoce
exactamente cuándo se elaboró la primera cerveza, pero no antes del 10000 AC,
aunque estaba extendida en Oriente Próximo hacia el 4000 AC”. Para entonces, la
cerveza tenía diosa, Ninkasi y no
pocos egipcios estaban a punto de convertirla en su bebida oficial, hasta el
punto de que en el 2200 AC alguien dejó escrito “la boca de un hombre
perfectamente satisfecho está llena de cerveza”.
Ese hombre podía ser nuestro Carlos V, gran introductor de la cerveza en España y quizá por ello
que fuese una bebida denostada.
España, dice Néstor Luján en su libro “El ritual del aperitivo”: “no tenía
tradición cervecera o si la tenía, la tenía más bien deleznable y muy
denostada”.
Y hay testimonio de ello. Lope de Vega en su “Pobreza no es vileza” pone en boca de un
personaje:
“Voy a probar la cerveza/ a falta de español vino; aunque con
mejores ganas/ tomara una purga yo/ pues pienso la orinó/ algún rocín con tercianas”.
Quizá tenga razón Luján cuando asegura que el siglo
XX representa el siglo de la cerveza en España, cuando en otros lugares del
mundo llevaba siglos. Incluso tenía sus mitos, como Gambrinus, que engañó al diablo ganándole la apuesta al conseguir
hacer un vino sin uvas.
La cerveza está en Shakepeare o Baudelaire,
también en Ernesto Cardenal, que
comienza uno de sus poemas:
“como latas de cerveza vacías y colillas/ de
cigarros apagados, han sido mis días”.
Naturalmente Charles Bukowsky la bebió, escribió de ella y le dedicó el poema
“Cerveza”:
“No sé cuántas botellas de cerveza/ consumí mientras esperaba/ que
las cosas mejoraran./ No sé cuánto vino, whisky/ y cerveza/principalmente cerveza/ consumí después/ de haber roto con una mujer/ esperando que el teléfono sonara….La radio pasa canciones de amor/ mientras el teléfono permanece en silencio/ y las paredes se ciernen/ y cerveza es todo lo que hay”.
La cerveza está en el “Ulises” de James Joyce, con aquella cervecera de
cerveza negra en la que hasta las ratas bebían: “beben hasta que se les hincha
la barriga tanto como a un collie flotando. Borrachas como cubas de cerveza
negra”. También en la etílica “Secretos de alcoba de los grandes chefs”, de Irvine Welsh y naturalmente en la
novela negra “Más cerveza”, de Jacok Arjouni, creador del detective Kemal Kayankaya. Más cerveza reclamaba John Belushi en “Desmadre a la
americana”.
A la cerveza la ha citado Joaquín Sabina en “Donde habita el olvido” o “Peor para el sol”. Y
el legendario Frank Zappa llegó a
decir que “no se puede tener un país de verdad sin una cerveza propia y una
aerolínea”.
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