El 28 de febrero de 1962 moría Julio Camba, una de las referencias del periodismo español, cuyo libro La Casa de Lúculo es una suerte de Biblia de los gastrónomos nacionales. Escrito en 1929 el texto rezuma humor e ironía, pero también posee fondo: hay capítulos técnicos, divulgativos, claramente educativos o informativos. En algunos aspectos llega a ser visionario. Hay, además, capítulos dirigidos al gourmet que demuestra que su autor también lo era, tanto como erudito y coleccionista de anécdotas.
Probablemente la frase más conocida del libro por recitada una y mil veces sea aquella que afirma que la cocina española está llena de ajo y preocupaciones religiosas. Pero la obra incluye más, muchas más de las que dejo a continuación algunas muestras:
* La verdadera cocina es un arte sedentaria que, nacida con el primer asentamiento humano al borde de un río pesquero o bajo unos árboles frutales, fue enriqueciéndose y depurándose hasta la funesta invención de las cámaras frigoríficas.
*La cocina ha vuelto a su nomadismo prehistórico, y esto no es lo peor. Lo peor es que estando, por su carácter nomádico, a merced de cualquier contingencia, como una guerra o una huelga general, no tiene otro porvenir que el de la síntesis de laboratorio, y al decir laboratorio, ya no podremos decir cocina.
*Los fritos andaluces de pescado, por ejemplo, son una cosa perfecta, y no hay, ni ha habido ni habrá nunca en el mundo cocina que los iguale.
*El asado a la parrilla es la más venerable de las preparaciones culinarias; pero, vieja, como el hombre, todavía hoy son muy pocos los que la saben hacer, y, absolutamente simple en teoría, casi nadie domina sus complejidades técnicas. No hay en toda la cocina universal una cosa tan antigua ni tan moderna, tan fácil ni tan difícil, tan sencilla ni tan complicada, tan conocida ni tan sorprendente.
*Yo, cajero hipotético de una sociedad cualquiera, sería capaz de fugarme un día con los fondos confiados a mi custodia nada más que para irme a un puerto y atracarme de sardinas.
*Se habla muy mal de los microbios, pero ¿qué sería de nosotros sin ellos? ¿Quién nos iba a trabajar el queso y el pan, la cerveza y el vino?
*En cocina, como en todo, el arte no debe servir nunca a ocultar, sino a valorizar las primeras materias.
Julio Camba murió en una clínica madrileña el 28 de febrero de 1962. Lo normal es que el óbito tuviese lugar en la habitación del Palace madrileño en la que vivía a costa de un amigo banquero desde 1949 y de la que salía a comer y cenar a costa, igualmente, de algún amigo. Había renunciado a escribir a pesar de estar entre las plumas más cotizadas. Prefería, juraba, morirse de hambre. Todo un personaje que conoció mundo --fue corresponsal--y parte de lo mejor de nuestra cultura y política del XIX-XX. Su ironía y modo de describir la vida son hoy un ejemplo a imitar, pero difícilmente imitable.
Como colofón a este homenaje otra genialidad del escritor: El buen gastrónomo debe, ante todo, tener una buena nariz. Con una buena nariz y algún dinero se puede ir muy lejos por el camino de la Gastronomía.
Que aproveche. Y larga vida a don Julio.
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