Hace tiempo que los escaparates de las pastelerías y las estanterías de otros establecimientos exhiben el popular Roscón de Reyes, cuyo apellido, de "Reyes", bien puede aludir a su origen real, al juego cruel que implicaba convertir a un niño en rey de la fiesta por unas horas o porque se come en tan señalada festividad de Reyes Magos. En el libro "La cocina española clásica", de Dionisio Pérez, Post-Thebussen, hay un capítulo dedicado a este dulce navideño en el que se alude al gran banquete que tradicionalmente se celebraba en el día de la Epifanía en el Palacio Real de Madrid, al que se invitaba al cuerpo diplomático. El cronista no duda en atribuir a la esposa de Felipe V, María Luisa de Saboya, la popularidad en la Corte de lo que en Francia se conocía como "Gauteau de Rois", cuyo origen se remonta al reinado de Enrique III y seguramente sea anterior.
Uno de los camareros del francés Luis XIII, Dubois, en sus "Memorias", relata cómo poe la Epifanía se confeccionaba un enorme rosón en cuyo interior se escondía un haba. Luego, finalizada la comida, los invitados cortaba un pedazo de ese roscón proclamándose rey o reina aquel en cuyo trozo de roscón apareciese el haba. Y podía dar órdenes a todos mientras corría el vino por las mesas y los comensales no se cansaban de hacerle reverencias y dar gritos. Otro testimonio, firmado por Valderpyl, confirma todos los extremos de Dubois, insistiendo en la grandiosidad de este banquete.
Del palacio pasó a las tiendas el Roscón y de éstas fue poco a poco haciéndose popular. A España entra, creo, por la vinculación familiar con Francia. No sin que antes hubiese un pleito entre pasteleros francos en el que tuvo que intervenir el Parlamento para determinar que "no debía hacerse sino de una clase, la más sencilla y humilde, sin huevos ni manteca, ni vainilla, ni raspaduras de cáscara de limón o naranza, ni nuez moscada, ni canela, ni pasas de Corintio, ni gotas de azahar, con cuyos ingredientes se estaba desnaturalizando", dice Dionisio Pérez. Pero éste, imbuido por el nacionalismo de la época y el consiguiente sentimiendo antifrancés que había dejado la Guerra de la Independencia, da la vuelta a la tortilla o más bien al roscón para asegurar que seguramente el roscón de Versalles tenía origen madrileño gracias a La Molina, criada entre los fogones del Buen Retiro, excelente guisandera hasta el punto que "cuando María Teresa fue a maridar con el rey francés, Luis XIV, la llevó consigo" y con ella, supone, lo cual es mucho suponer, el róscón que aquí ya se zampaba en tiempos de Felipe V y que sus sucesores, Fernando VI y Carlos III, demasiado austeros, dejaron a un lado.
Convendría echar la mirada más atrás y encontrarse, en primer lugar, con la forma del roscón, Ese círculo que evoca la eternidad, el retorno sin fin, que aparece también en las coronas y en la formación de las brujas. Con ese haba, que en el fondo es una semilla y nos remonta al tiempo de las creencias en las que guardar el primer grano de la cosecha y hacer con él la harina del pan de Navidad, bendecido, incluso, en la Misa del Gallo traería dicha y salud. Y si todavía nos remontamos a las saturnales romanas o a costumbres centro europeas, encontraremos sugerentes parecidos. Hoy, el haba, o la moneda de plata en otro lugares, se sustituye por los populares regalos que se guardan en su interior.
De todas formas, una mirada al famoso cuadro "El rey bebé", de Jacob Jordaens, ilustra muy bien la costumbre citada con anterioridad. Y ya puestos, también una lectura a la receta de "Bollo roscón" incluida en el "Arte de Cocina", de Francisco Martínez Montiño, donde dice "esto ha de ser en ruedo, que parezca una corona, y la podrás poner pedacitos de mazapán..."
En el caso de Salamanca, tengo por cierto que fueron los fundadores de "La Madrileña", la popular pastería de la Plaza Mayor, los que a finales del siglo XIX trajeron de Madrid el roscón y lo popularizaron.
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