Este fin de semana se rifa el marrano de San Antón como el pasado se hizo lo propio con el de Mogarraz. Entre una cita y otra ha tenido lugar la fiesta del Santo, en la que no han faltado las manteladas en Béjar o los panecillos de San Antón, en Ciudad Rodrigo, así como perrunillas y aguardiente en otros lugares o los bodigos albenses. Todo ello salpicado con matanzas o golosinas de la matanza ya hecha. Días, pues, de mucho comer. Y leer.
Invitado especial a la rifa del marrano es Manuel Rivas, autor de un libro titulado "El marrano de San Antón o el oasis del mimo" en el que mezcla demasiadas cosas. Su protagonista arranca el viaje que sirve de hilo conductor del libro en Cornualles y lo termina junto al cerdo albercano. Pasa por Salamanca, naturalmente, desplegando todos los topicazos imaginables: desde una isla del Padre Putas a la rana de la Universidad, la Cueva de Salamanca o la calle de Gibraltar o Expolio, además del huerto de Calixto y Melibea. Las referencias gastronómicas son la morcilla de piñones ("sangre con pan"), el hornazo y cena en las caballerizas ("un coqueto pub donde creo que ponen (sic) bien de comer"...que se convierte en un "atractivo local más propio de un local galés que de las sureñas tierras de España"). Sigue el viaje hacia La Alberca entre referencias a Las Veguillas, Membibre, Frades, Endrinal... En La Alberca, entre otro rosario de topicazos, aparecen las crestas de gallo, el pimentón...Por cierto: a la pregunta de por qué pican tanto y qué comen los gallos españoles, la respuesta es "el pimentón, esas endiabladas guindillas", además de "algo que te ayuda frente al frío". Hay vino en la crónica gastronómica y "cosas indescriptibles de las que prefirió ignorar su procedencia". En la página 134 se encuentra por fin con el cerdo, que le parece "una criatura pueril, una bestia con alma de niño juguetón; al contrario de lo que pareciera a los habitualmente ciegos ojos, no desprendía olor alguno y sí cercanía y pureza". Ante tales elogios es normal que el marrano le acompañara al hotel, "ofreciéndole arrumacos y retozando y brincando con unas enormes ganas de jugar. Se despidieron, él le acarició el lomo desnudo y el cerdo le baboseó los pies. Lo llamó Momo".
Hubo matanza, luego, claro, tras un desayuno de hogazas de pan blanquecino y tierno, que "la abuela echó sobre el pequeño caldero de aceite hirviente". El pan "fue adquiriendo todas las tonalidades del blanco al amarillo pasando por el dorado y el ceniciento." No le caen bien al estómago estos picatostes, lo que arregló la abuela con aguardiente del año pasado. Hubo tentadero, antes de la matanza, como parte del rosario de topicazos, y la matanza del cerdo se certificó cuando "el verdugo hincó su dedo índice en un ojo y dijo que ya podían soltarlo, que estaba muerto". Más aguardientes, dulces y añejos coñacs.
Y viene a terminar el viaje del inglés entre olor a ajo, "hasta en los bares el humo parecía estar contagiado", y "fábricas donde se manufactura la hortaliza, mujeres azaradas entre los montones trenzando las cabezas", donde aprende el buen inglés las virtudes de todo tipo del ajo", que podría transladar a su paisana Victoria Beckham, que, dicen, marchó de España porque no soportaba el ajo de la cocina. Ya lo decía Julio Camba: la cocina española está repleta de ajo y prejuicios religiosos. Que aproveche y atentos, que llegan San Blas y las Candelas, con citas muy importantes con el chorizo. Uhmmm.
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