Enredado entre libros que me puedan arrojar luz sobre el tiempo de Domingo Hernández de Maceras --por cierto, hay un paraje cerca de Valencia de Alcántara que se llama Maceras--he ido anotando algunos apuntes gastronómicos de aquel tiempo curiosos. En uno leí que la comida ordinaria de aquel tiempo (finales del siglo XVI y principios del XVII) era libra y media de carnero con algo de frutas y verduras, y postre, que podría ser queso, aceitunas, dulces o frutos secos, por ejemplo), que se convertía en el doble los días de fiesta. Y en este sentido iban las constituciones del colegio en el que trabajó Domingo Hernández de Maceras, cuando ordenan que " a los colegiales se les de cada día libra y media de carnero o su valor los días de pescado, según manda la constitución; y a los familiares se les dé cada día doce maravedíes". El día de fiesta, o sea, el día de San Salvador, pues aunque el Colegio se conociera popularmente de Oviedo, estaba encomendado al citado santo, ese día, decía, "no puede el señor rector convidar más de 16 personas, las cuales les pareciese, ni se puedan servir este día más que seis platos, sin los antes ni los postres". Los "antes" eran las frutas y verduras.
Donde se echaba realmente el resto en materia de comida en la Universidad de Salamanca era cuando había un doctorado. Los gastos suponían para el doctorando un saqueo extraordinario, de ahí que con frecuencia se acudiera a un préstamo, se uniese a otros en su misma situación o se aguardara a la muerte de algún miembro de la familia real, que menguaba las celebraciones.
Otras curiosidades. Por ejemplo, el orden de la comida. Se abría con la "ensalada real", formada por frutas, hortalizas, acitrones, grageas, gindas en conserva, huevos .... después venían los huevos, si no se habían incluido en la primera entrega, a los que seguían las carnes, en forma de plato de caza, gigote de ave con lonchas de tocino, chorizo, trozos de gazapo, ternera... Venía a continuación el pescado, para terminar con dulces (huevo hilado o moles, por ejemplo), y los postres, en los que cabía, como antes apunté, desde quesos a dulces secos, que se solían presentar empapelados (envueltos) o forrados de oblea y palillos.
Finalmente, los horarios de la comida y la cena estaban limitados por San Lucas, Pascua de Resurrección y Pentecostés. De tal forma que desde el comienzo del curso (18 de octubre, San Lucas) a Pascua de Resurrección se comía a las 11 de la mañana. Desde aquí a Pentecostés, se adelantaba a las diez. Las cenas, en verano se servían a las seis y en invierno, a las cinco.
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