“El día de
la Ascensión cuajan la almendra y el piñón, y el día de San Juan acaban de
cuajar”, dice el refranero.
Asegura Miguel Jordán en su “Diccionario de
gastronomía y salud” que los piñones estaban en la dieta de las legiones
romanas, como elemento reconstituyente, que pueden comerse crudos o tostados,
formando parte de un relleno de carne o verduras, majados con ajo y perejil, o
molidos como parte integrante de una salsa italiana del pesto, con albahaca
fresca, o formando parte de un buen turrón.
Todavía hoy,
en Alba de Tormes, se hace un turrón con piñones de forma artesanal en
Navidades, seguramente por influencia árabe o judía ya que musulmanes o hebreos
serán los grandes divulgadores de la cocina y repostería de los frutos secos,
como se comprueba hoy, por ejemplo, en el Norte de África o en comunidades
judías.
Sin los
piñones sería impensable nuestra morcilla clásica o el piñonate o guirlache,
morcilla y guirlache ya mencionados en la literatura del siglo de oro: Baltasar del Alcázar, el poeta más
gastronómico de nuestro Siglo de oro escribió un poema titulado “La cena jocosa”
en el que exclama:
“Qué llena
está de piñones
-morcilla de
cortesanos-
Asada por
esas manos
Hechas a
cebar lechones.
Y en una
obra de Lope de Vega, “La villana de
Getafe”, uno de los personajes dice venir de Getafe de comprar “vizcochos,
calabazate, almíbar y piñonate”.
Los piñones
forman parte de la cocina y la repostería, pero también en algún momento de
hambruna debieron ser, como las castañas o las bellotas, la materia prima para
hacer harina y con ella tortas de pan.
En América
sucedió así, hay todo un relato legendario sobre este asunto e incluso el poeta
Pablo Neruda en una oda a la “Araucaria
araucana” escribe: antaño fue cuando sobre los indios se abrió el colosal
puñado de tu puño, y dejó sobre la madre tierra los piñones: harina, pan
silvestre del indomable arauco.
Son algunas
referencias literarias de los piñones, pero hay otras, por ejemplo Góngora tiene una copla de su poema “En
los pinares de Júcar” que dice “Serranas de Cuenca/ iban al pinar/ unas, por
piñones/ y otras por bailar…
Y hay un
personaje infantil que se llama “Doña Piñones”, creación de Mari Luz Uribe e
ilustraciones de Fernando Krahn.
Y libro
imprescindible es el de Néstor Luján
“Como piñones mondados”, una obra de consulta obligada para aquellos que
quieran conocer la trastienda literaria de algunos alimentos. Imprescindible.
Un título que hace referencia a un dicho clásico que viene a decir que quieres
lo que quiere la mona, piñones mondados, o sea, lo que te gusta.
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