Resulta inevitable no comenzar por la manzana
cualquier referencia a la fruta y la literatura. La manzana bíblica, origen de
todas nuestras desgracias, aunque luego, en forma de sidra o tarta, nos haya
dado grandes satisfacciones.
“Roja manzana y traslado/ de vuestra boca y
mejillas/ y de estas verdes orillas/ agraz verdoso y morado”, escribió en el
siglo XVII Luís Quiñones de Benavente.
En tiempos más próximos, Gioconda Belli escribió
“déjame
rodar manzanas/ en tu sexo,/ néctares de mango/ carne de fresas: Tu cuerpo son
todas las frutas”.
La fruta ha inspirado a los poetas más que a nadie.
Federico García Lorca exclamó tajante: “¡Quién fuera
como tú, fruta/ toda pasión sobre el campo!”
No desaprovecharon los poetas la oportunidad de ver
en las frutas metáforas y fuente de inspiración.
Y así, Miguel Hernández, echando mano del frutero
escribió:
“uvas, granadas, dátiles,/ doradas, rojas, rojas/
Hierbabuena del alma,/ Azafrán de los poros/ uvas como tu frente,/ uvas como
tus ojos”.
Hay una fruta de la pasión y una pasión por la fruta
en los escritores que roza cualquier límite imaginable. A veces por una fruta en concreto, como la que tenía
Marc Antoine de Girard por el melón, que ponía por encima de todo.
“ni los besos de una amante…ni la
fresca con su nata”.
En el caso de Elías Nandino, era la pera:
“cómo
quisiera beberme/ el aroma de tu carne”.
Metáforas, decíamos: en el caso del melocotón, por
ejemplo, su piel siempre ha sido un recurso para evocar la suavidad. Pero menos
mal que nuestro Jorge Padrón también se acordó de su carne –“delicia del
verano”—y colocó al melocotón como referencia del verano, como el membrillo lo
es del otoño.
La sandía también tiene su estación en el verano y
algún que otro poeta ha puesto su mirada en ella, por ejemplo, Pablo Neruda,
que le dedicó una oda en la que la describe como
“¡cofre
de agua, plácida/ reina/ de la frutería”.
Otra fruta de referencia es la naranja, que inspiró
versos muy sugerentes a Mercedes Saorí:
“cogemos
la naranja, la vida, en nuestra mano/ mirando la hermosura de su esfera,/ y la
sed nos asalta como un rojo verano/ y el deseo como una primavera”.
También
Neruda le dedicó a la manzana una oda, y muchos siglos atrás nuestro Lope de
Vega, un soneto a las naranjas.
Pero la
fruta inspiró no solo a poetas: ahí están el plátano de Andy Warhol, para la Velvet Undergorund, o las cerezas de
Pachá. También
inspiró los maravillosos tocados de Carmen Miranda. Dibujos animados, como los
“Frutis”. No digamos ya bodegones en todo tiempo. También canciones inmortales
como el famoso Tutti Frutti, de
Little Richards, o el Fruta fresca,
de Carlos Vives, incluso moda.
El
refranero, en todo tiempo, también supo poner su mirada en la fruta. Desde el
popular “la naranja y la granada, antes que nada” al sugerente “el melón en
ayunas, es oro/ al mediodía, plata/ y por la noche, mata”.
Muy
interesante es también tomar los tratados de viejos dietistas para descubrir
que la fruta no siempre fue bien considerada en la Edad Media o el
Renacimiento; cuando se proclamaba; por ejempl que “Usar la fruta solo para
recreo
, impide la conservación de la sanidad”. Sobre este asunto, nada como
leerse el curioso libro de Juan Cruz Cruz “Dietética natural”.
Hoy
prima todo lo contrario, según el refranero:
“Con
fruta y verdura, la vida perdura”.
Igual
que sabemos que no debemos pedirle peras al olmo, para no caernos de un guindo,
igual que sabemos que los males, como las cerezas: detrás de una, cincuenta.
El
verano es, sin duda, la estación de las frutas. Buena oportunidad para leer el
maravilloso “Cinco cuartos de naranja”, de Joanne Harris, por ejemplo. Todo un
clásico y por lo tanto, siempre de moda, mientras se disfruta de un zumo, un
pastel de frutas, una macedonia, una sopa de frutas, un té helado con naranja,
un helado de fresa, unas fresas con nata, un batido de plátano y coco, uvas y
queso o peras con vino.
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