Dice la autora que todas las civilizaciones han negado que la muerte sea el final de todo: hay la sensación de que más allá de la muerte hay otra vida, y por eso los egipcios rodeaban a sus muertos con aquello que habían tenido en esta vida, incluida comida y bebida para el viaje. La comida, efectivamente, no podía faltarle, pero ésta, en forma de banquete, era una manera de seguir vinculado al muerto, tal es la razón de los banquetes funerarios, tan extendidos en todas las civilizaciones. El banquete honra al muerto y establece un puente entre su mundo y el nuestro, dice la autora, antes de afrontar otro tipo de banquete fúnebre: el que se concede al condenado a muerte.
Huesos y buñuelos protagonizan de forma destacada la culinaria salmantina de estas fechas. Los buñuelos aparecen en el recetario de Martínez Montiño, allá por 1765, y los huesitos de difuntos del Recetario Novohispano, del siglo XVIII, son una clara referencia hispana de nuestros huesos de santo. En una cultura que venera a santos y sus reliquias, los huesos de santo se articulan con el fenómeno antropológico de conseguir por la ingesta las virtudes de aquel a quien se come. El cristianismo, en este sentido, es toda una referencia con la Eucaristía, en la que se come y bebe simbólicamente, el cuerpo y sangre de su líder. Carson I.A.Ritchie alude en su Comida y Civilización al canibalismo ritual y recuerda cómo el capitán James Cook fue víctima de esa suerte de antropofagia según el cual se transfieren al comensal "los poderes y cualidades del que proporciona el banquete". Se trata de un acto de magia. Sospecho que algo de eso hay en nuestros huesos de santo, aunque no seamos conscientes de ello. Con relación a los buñuelos, tengo entendido que por cada uno que se come se libera un alma del purgatorio, así que me empleo con devoción a la causa. Y las roscas de anís tan presentes estas fechas en las puertas de los cementerios y panaderías, podrían engarzar con la tradición de los panes de difuntos tan extendida.
En España desde hace años a irrumpido con fuerza el fenómeno de Halloween para lo bueno y lo malo. También él tiene en los dulces y calabazas su elemento gastronómico, su vínculo con el más allá, haciendo buenas las palabras de Soler.
Y más allá de lo etnográfico, dos libros que también aluden marginalmente a la muerte y la comida: Cenando con terroristas, de Phil Rees, y el ya clásico "La Mafia de sienta a la mesa", de Jacques Jermonal y Martine Bartolomei. Que aproveche.
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