miércoles, 31 de agosto de 2011

Regreso y dieta

Soy un "improbable" lector de Manuel Rodríguez Rivero y sus columnas de EL PAÍS, en especial la de Babelia. Hace unos días contaba que los libros del método Dunkan de adelgazamiento han superado el millón de ventas en España --qué triste que unos quieran adelgazar y otros deseen, simplemente. comer--lo que tiene un mérito extraordinario porque conozco a unos cuantos que se han descargado de internet las obras completas, como quien dice. La Medicina moderna insiste tanto en el sobrepeso que, claro, uno se asusta y se pone en brazos del método más eficaz, aunque tenga sus detractores. El caso es que más allá de la bliblioteca Dunkan de adelgazamiento a proteina limpia, he encontrado La Dieta de las Princesas Chinas, de Arthur Rowshan. Se trata de un terapeuta canadiense, de origen iraní y afincado en España: ahí es nada. Y como todo buen terapeuta en nutrición ha creado un método con su apellido. El libro (bastante tontorrón, en mi opinión) se estructura en un cuento chino --una princesa gorda que no da con el remedio para adelgazar y casar como es debido--y un reportaje sobre adelgazar hoy. que aborda los métodos a los que se agarra la gente con sobrepeso: máquinas, productos, cirugía, dietas extremas, ajercicio... qué te voy a contar. Diez euros de vellón me costó el libro, ya puestos, sin que al final tenga claro qué debo hacer si quiero quitarme los kilos que me sobran. Hay un decálogo (página 49) de un tal doctor Font, que recoge, entre otros puntos, el viejo axioma de comer cinco veces al día en plato de postre, y de todo, y beber agua, y hacer algo de ejercicio. ¿he dicho ya que me costó diez euros el libro? Hay, al final, otros consejos de Jordi Ibañez, especialista en Nutrición, que loa al autor, pero sus consejos los entiendo mejor que el resto del libro, por cierto. El cuento chino termina bien, con un monje de Shaolin dando con la clave y la princesa hecha un pincel. La clave puede estar en la página 108 cuando el monje señala la predisposición humana a desear aquello que nos prohibimos, o sea, que si nos prohíben comer tal o cual cosa, la deseamos más y si la tenemos cerca nos hinchamos de ella. Eso tan rico se controla en el corto plazo, pero uno acaba cayendo: si lo sabré yo. La clave, también puede estar en la página 111: "no es la dieta" --dice el monje--"sino el saber utilizar vuestros pensamientos", o sea, control, y paciencia, y perseverancia, y ver el problema no como una cuestión de peso sino de alimentación. El método Rowshan hace hincapié en algo en lo que la Dietética insiste desde hace años: hay un componente emocional muy fuerte, mayor, incluso, que el racional, lo que implica que aquella dieta que haga perder el placer de comer al paciente, está llamada al fracaso.
En fin, que aproveche. Sobre todo si alguno ha venido de las vacaciones con el deseo de adelgazar. Bien hallados todos.

lunes, 1 de agosto de 2011

Freud gastronómico

Entre los libros que van cayendo este verano está "Las recetas del Dr Sigmund Freud", un curioso libro escrito a modo de diario por el eminente psicoanalista en el que no faltan reflexiones sobre su área de conocimiento, la gastronomía y personajes que trató como pacientes, discípulos, maestros, colegas... También hay recetas, claro, vinculadas a los apartados que se trata y que se pueden saltar o leer, como uno quiera. La sustancia de verdad está en el resto a pesar de las erratas y las faltas de ortografía que saltan a cada página: ¡qué pasa con los correctores y el repaso de las galeradas!
Las recetas han sido compiladas por Jamen Hillman y Chales Boer, y el libro está editado por Gedisa. Se lee con una sonrisa permanente y el humor salta cuando uno menos se lo espera: "En la facultad de Medicina solíamos decir que los pacientes, igual que el pescado, deben ser juzgados por los ojos". Hay hallazgos que, por ejemplo, me harán ver las carnicerías de otro modo: "excelentes testigos de la armonía entre Eros y Tànatos", que podría enlazar con esta otra cita: "la necesidad es la madre de la invención, y la morgue es el padre de la cocina"; en otros casos se nos da la razón a los que de vez en cuando vemos que una "banana no es más que un plátano", o que "el apetito de visa es (a veces) vida de apetito"; en otros da que pensar. "cada zona produce una excitación específica y un estilo: la oral, con su deseo de gratificación inmediata, que sirve de base para todos los platos de chupar, succionar, morder...; la anal, con su placer en la tensión y retención, que sirve de ase para los placeres retenidos"... espero que estas citas hayan abierto vuestro apetito por esta curiosidad gastroliteraria, que podría enlazarse con otras obras en las que la filosofía o la ciencia se han asociado a las cosas del comer.
De la misma editorial son "La cocina del amor", de Anita Roustan, y "La cocina futurista", de Marinetti y Filliá, que espero agenciarme pronto y en los que aguardo no encontrarme tantas erratas y faltas de ortografía como en el dedicado a las recetas de Freud, siempre tan molestas. Que aproveche.